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jueves, 26 de febrero de 2015

Leyendas de Zacatecas: el hombre que aparece en El Grasero



De huachichiles e irritilas
Leyenda de Concepción del Oro, Zacatecas

Años atrás se hablaba de un hombre que vestía de una manera muy rara. Se le veía con un arco y una flecha y más que caminar parecía que flotaba. Siempre se dirigía al mismo lugar, donde hoy se localiza El Grasero. Se hincaba y ponía su frente en el suelo. Permanecía un tiempo allí y luego se desaparecía, se esfumaba. (Después se llegó a la conclusión de que se trataba de un indígena irritila, de los muchos que cohabitaron con los huachichiles en las sierras de lo que hoy es Concepción del Oro.) Leyenda encontrada en un blog de Homero Adame. 

Una hermosa y joven mujer de la tribu de los huachichiles acostumbraba andar por el que hoy conocemos como el cerrito de la Cruz. Juntaba mezquites, que formaban parte de su alimentación. Un día, andando en esos menesteres, sintió que alguien la observaba. Al dirigir su mirada a lo alto del cerro, descubrió a un apuesto indígena de la tribu de los irritilas, hombre alto, muy bien formado, que andaba de cacería con su arco y su flecha. Tras saberse descubierto, el joven bajó despacio por la ladera del cerro, sin perder de vista a la joven. Cuando ya estaba a cierta distancia, preparó su flecha en el arco y la dirigió hacia la huachichil. Ella se quedó petrificada, anticipando lo peor. El joven disparó la flecha y en unos instantes cayó una serpiente que estaba enroscada en una rama del mezquite. La hermosa huachichil recuperó el aliento y corrió hacia el irritila; lo abrazó y le dio las gracias de todo corazón. Ése fue un momento en que por primera vez se vieron a los ojos y sintieron que el amor los había atrapado. A partir de aquel día se les veía por todas partes siempre corriendo entre las florecillas del campo. Sus risas eran acompañadas por el alegre trino de los pajarillos. Se sentaban bajo la sombra de los pirules. Y un lugar muy especial al que acudían era el arroyito de aguas cantarinas donde se les veía refrescar sus cuerpos siempre felices, siempre riendo y enamorados. Pero siempre algo sucede que nubla la dicha de una pareja que vive tan feliz…

Resulta que un huachichil se moría de celos porque pretendía a la joven y ella no le correspondía. A todo momento la seguía. A la distancia la observaba con el irritila, conforme urdía la forma de acabar con ese amor que no pudo ser para él. Un día siguió a la joven y precisamente en ese lugar que hoy se conoce como El Grasero y que era el lugar donde se reunían los enamorados, le dio muerte con su puñal, clavándolo en su pecho. En ese preciso momento llegaba el joven irritila a reunirse con su amada. Al darse cuenta, el huachichil preparó su arco y su flecha y le disparó a su rival de amores, hiriéndolo de muerte. El joven irritila se arrastró hasta donde estaba su amada, puso su cabeza sobre el pecho de ella y allí murió. El joven huachichil se fue furioso porque ni en la muerte logró separarlos. Leyenda tomada del blog de Homero Adame. 

Cuentan que ese día el cielo se oscureció y empezó a llover; que era una lluvia triste como si el cielo llorara por la muerte de esos enamorados. Los pájaros dejaron de emitir sus cantos y las flores del campo doblaron sus tallos en señal de duelo.

Se dice que el hombre que aparece y desaparece en El Grasero es el joven irritila que de vez en cuando va al lugar donde le quitaron la vida a él y a su amada.
 
Nota: esta leyenda fue compartida por Lucila Torres Ortiz y las fotos son de Carlos Ponce. Gracias a ambos.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Los niños emparedados en la presa de San José




“Los niños emparedados en la presa de San José” es una leyenda potosina que se publicó en el libro Misterios, leyendas de San Luis Potosí, de Homero Adame en 2014 por graphstyle Editores. El autor recreó esa misma leyenda que ya había publicado en 2010 en su libro Mitos y leyendas de todo México, por Editorial Trillas. En octubre de 2014, el periódico Metropoli San Luis publicó una leyenda similar, tomando como punto de partida la leyenda original de Homero Adame.
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La presa de San José se construyó gracias a una sociedad mercantil constituida por Matías Hernández Soberón, Felipe Muriedas y Blas Escontría. Los trabajos comenzaron el 19 de marzo (día de San José) de 1894 y se llenó por primera vez en septiembre de 1903. Treinta años después, en septiembre de 1933, cayó tanta lluvia que se reventó la represa La Constancia, provocando inundaciones en las partes bajas de la ciudad, especialmente en el barrio de Santiago. Hay una calle en el barrio que se llama Ciclón, recordando aquella inundación.