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jueves, 30 de julio de 2015

Leyendas duranguenses: La marrana que arrastra una cadena



LA MARRANA QUE ARRASTRA UNA CADENA

Leyenda de Amado Nervo, municipio de Nombre de Dios, Durango

Antes aquí fue una hacienda que se llamaba «Juan Guerra». Por mucho tiempo estuvo de a tiro decaída, pero luego el gobierno le dio una manita de gato a la iglesia, pero al casco no y por eso la hacienda sigue toda ruinosa. Aquí veneramos a San Antonio de Padua, pero también al padre Mateo Correa que fue un mártir y ya es santo. Parece que este templo de San Antonio es el templo más antiguo de todo el estado, explica doña Lupita Gutiérrez, quien hace la limpieza y cuida la pequeña iglesia.

Las gentes de aquí dicen que cuando hay sequía llega la Llorona. También dicen que por la carretera de Villa Unión sale un perro prieto, pero otros también dicen que sale una marrana bien grandota arrastrando una cadena. Eso es en la carretera y dicen que espantan en la noche como a eso de las doce de la noche, por eso la gente mejor no anda por ahí a esas horas y ya mejor están recogidos en sus casas. Son los vagos que andan en la noche a los que han asustado y también a las personas que por alguna razón tienen que pasar por ahí ya tan tarde.

Según una vez platicaron, hace muchos años se aparecía esa misma marrana bien grandota arrastrando una cadena aquí también en uno de los patios de la hacienda. Entonces parece que unos señores escarbaron un pozo y sacaron una relación; desde entonces ya nunca se volvió a saber de esa marrana, o sea que ya no la volvieron a ver aquí. Pero como ahora sale de aquel lado de la carretera, entonces a lo mejor allá hay otra relación. (Leyenda encontrada en un blog de Homero Adame.)

Ustedes han de saber que antes a los hacendados, como eran dueños de todas estas tierras, les daba por esconder sus riquezas cuando había problemas como de la Revolución o de otras revueltas, y ellos sabían que si escondían el dinero adentro de su propiedad, o sea, adentro de la casa, lo bandidos podían dar con ese dinero, y es por eso que también ordenaban que enterraran los cofres con monedas y joyas en otros rumbos, por ejemplo debajo de un mezquite o algo así. Por ahí hay gente que dice que a lo mejor donde la marrana se aparece es porque allá también debe de haber alguna relación. (Leyenda publicada por Homero Adame.)


En este relato, con varios motivos de mitología, la narradora primero menciona, de manera superficial, a un perro negro fantasmagórico y a la Llorona, dando una explicación poco común para la saga de tan funesto espectro femenino: aparece cuando hay sequía. Enseguida, habla de una marrana arrastrando una cadena –en la saga de leyendas sobre tesoros la marrana y el ruido de cadenas son elementos convencionales y por lo general van juntos. También hace mención de que había un tesoro en algún patio de la ex hacienda y desde que lo sacaron, la marrana dejó de verse por ahí, justificándose así que la aparición misteriosa ya no se vea en ese preciso lugar. Sin embargo, añade que ahora la han visto en otro punto de la carretera y por tal razón se cree que allá exista un tesoro enterrado. (Explicación de Homero Adame.)
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Nota: otra versión editada de esta misma leyenda fue publicada en el libro Mitos y leyendas de todo México, por la Editorial Trillas.

El libro está a la venta en todas las sucursales de Editorial Trillas en el país o también se puede adquirir a través de este enlace: Mitos y leyendas de todo México.

lunes, 27 de julio de 2015

El pitacoche: leyendas y supersticiones mexicanas

EL PITACOCHE
Leyenda de La Luz, municipio de Catorce, SLP



No parecen existir referencias mitológicas, legendarias o folclóricas sobre el pitacoche o cuitlacoche (Toxostoma curvirostre), un ave que tiene su hábitat en el sur de los Estados Unidos, así como en los desiertos de Sonora, de Chihuahua y en el Altiplano Mexicano, por lo que tal vez este relato sea un caso aislado, o bien, esa ave sea un motivo inédito para el folklore y la mitología universal. Sin embargo, en este relato encontramos un elemento convencional de mitología y folklore: el castigo, en este caso por desobediencia.

Este relato fue publicado en el libro Creencias, mitos y leyendas de animales en el Altiplano, de Homero Adame, por la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí a través de la Dirección de Publicaciones y Literatura, en 2015. En esta obra el autor e investigador de la tradición oral nos ofrece un tratado de antropología al enfocarse en un aspecto muy específico del folclor: las muchas creencias y supersticiones que existen sobre animales, pero vistas y narradas como leyenda, en muchos casos. Al final de cada uno de los 57 relatos que contiene el libro, Homero Adame añade dos apartados: un comentario sobre el animal o insecto como motivo de leyenda o del folclor universal y la ubicación geográfica y el contexto histórico del lugar donde recopiló esos relatos.

miércoles, 8 de julio de 2015

Los gigantes de Namúrachi - leyenda de Chihuahua



UN TESORO DE LOS GIGANTES EN EL CAÑÓN NAMÚRACHI
Leyenda de San Francisco de Borja, Chihuahua

Por acá sabemos varias historias que cuenta la gente de los tesoros, porque parece que sí enterraron muchos tesoros por acá en la época de la Revolución, como uno que enterró un general. Es que parece que un general metió unos cajones de oro y joyas en algún lugar de la sierrita, pero se murió sin decir dónde; o sea, se llevó su secreto a la tumba. También dicen que abajo de la iglesia corre un túnel y que por ahí debe haber un tesoro, pero no es el más rico de todos; dicen que el más rico está en el cañón de Namúrachi. Ese cañón de Namúrachi tiene muchos misterios. ¿Ya lo conoce? […] Ah bueno, entonces sí sabe de lo que le voy a contar.
        Todas esas cuevas que usted ya vio fueron habitadero de los tarahumaras, pero cuentan que ellos no las hicieron, sino que son mucho más viejas, de la época de los gigantes, cuando los gigantes vivían en la Tierra antes que la gente como nosotros ahora. Sabemos que esos gigantes se acabaron cuando el diluvio porque Dios los castigó, pero dejaron muchas cosas, como las cuevas de Namúrachi que eran sus casas, y también tesoros muy raros. También cuentan que los gigantes se metieron a vivir adentro de la Tierra –habrá sido que se metieron por una cueva, no sé– y que un día van a volver porque esta tierra era de ellos; eso cuentan también.
        Luego los tarahumaras de más antes se fueron a vivir allá a las cuevas de Namúrachi, hasta que los españoles llegaron a perseguirlos y mejor se largaron más lejos, a la sierra donde pudieran vivir más a gusto –es que los españoles los agarraban para hacerlos esclavos, por eso se fueron lejos.
        Aquí sabemos de gente que ha buscado tesoros en el cañón y sí parece que muchos han encontrado cosas de valor, pero el tesoro más rico de todos dicen que no es de monedas de oro ni de joyas que escondieron por todas partes los bandidos de la Revolución; no, ese tesoro es de las riquezas de los gigantes, eso dicen.
        […] Pues está difícil saber en qué consiste ese tesoro, pero yo digo en mis piensos que han de ser cosas muy antiguas que a lo mejor ni valor tienen ahora; o sea, si yo me encuentro algo de eso y lo quiero vender, a lo mejor no me dan casi nada porque como no se puede calcular su valor, pues no sabemos cuánto pueda valer, ¿me entiende?

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Este relato es interesante porque el narrador, el Sr. Sergio Hernández, menciona a los gigantes que supuestamente habitaron en esa región poco poblada de Chihuahua, en el cañón de Namúrachi, un lugar enigmático con muchísimas cuevas. Los gigantes son motivo recurrente en la mitología universal, pero aquí lo más relevante es la alusión a sus tesoros, que tal vez ni siquiera tengan un valor monetario en la actualidad, aunque sí arqueológico, en caso de existir realmente. Asimismo, el narrador habla de otros tesoros que han sido encontrados en San Francisco de Borja o en los alrededores, pero al final reitera que el tesoro en verdad valioso es el que dejaron los míticos gigantes.

Algo sobre San Francisco de Borja

Cuando llegaron los españoles a esta región, en 1642, ahí habitaban los rarámuri (tarahumaras), quienes la conocían como Tehuácachi. La fundación fue en 1645 y se le dio el nombre de San Francisco de Borja. En el año de 1820 se convirtió en cabecera municipal. El cañón de Namúrachi se encuentra a pocos kilómetros de la población y es un paraje con muchas cuevas en las que habitaron a los antiguos rarámuri.




Otra versión de esta misma leyenda fue publicada en el libro Mitos y leyendas de todo México. Editorial Trillas. México, D.F. 2010, el cual se puede adquirir siguiendo el enlace remarcado en amarillo.