De
huachichiles e irritilas
Leyenda de
Concepción del Oro, Zacatecas
Años atrás se hablaba de un hombre que vestía de una manera muy rara. Se
le veía con un arco y una flecha y más que caminar parecía que flotaba. Siempre
se dirigía al mismo lugar, donde hoy se localiza El Grasero. Se hincaba y ponía
su frente en el suelo. Permanecía un tiempo allí y luego se desaparecía, se
esfumaba. (Después se llegó a la conclusión de que se trataba de un
indígena irritila, de los muchos que cohabitaron con los huachichiles en
las sierras de lo que hoy es Concepción del Oro.) Leyenda encontrada en un blog de Homero Adame.
Una hermosa y joven mujer de la tribu de los huachichiles acostumbraba
andar por el que hoy conocemos como el cerrito de la Cruz. Juntaba mezquites,
que formaban parte de su alimentación. Un día, andando en esos menesteres,
sintió que alguien la observaba. Al dirigir su mirada a lo alto del cerro,
descubrió a un apuesto indígena de la tribu de los irritilas, hombre alto, muy
bien formado, que andaba de cacería con su arco y su flecha. Tras saberse
descubierto, el joven bajó despacio por la ladera del cerro, sin perder de
vista a la joven. Cuando ya estaba a cierta distancia, preparó su flecha en el
arco y la dirigió hacia la huachichil. Ella se quedó petrificada, anticipando
lo peor. El joven disparó la flecha y en unos instantes cayó una serpiente que
estaba enroscada en una rama del mezquite. La hermosa huachichil recuperó el
aliento y corrió hacia el irritila; lo abrazó y le dio las gracias de todo
corazón. Ése fue un momento en que por primera vez se vieron a los ojos y
sintieron que el amor los había atrapado. A partir de aquel día se les veía
por todas partes siempre corriendo entre las florecillas del campo. Sus risas
eran acompañadas por el alegre trino de los pajarillos. Se sentaban bajo la
sombra de los pirules. Y un lugar muy especial al que acudían era el arroyito
de aguas cantarinas donde se les veía refrescar sus cuerpos siempre felices,
siempre riendo y enamorados. Pero siempre algo sucede que nubla la dicha de una
pareja que vive tan feliz…
Resulta que un huachichil se moría de celos porque pretendía a la joven
y ella no le correspondía. A todo momento la seguía. A la distancia la
observaba con el irritila, conforme urdía la forma de acabar con ese amor que
no pudo ser para él. Un día siguió a la joven y precisamente en ese lugar que
hoy se conoce como El Grasero y que era el lugar donde se reunían los
enamorados, le dio muerte con su puñal, clavándolo en su pecho. En ese preciso
momento llegaba el joven irritila a reunirse con su amada. Al darse cuenta, el
huachichil preparó su arco y su flecha y le disparó a su rival de amores,
hiriéndolo de muerte. El joven irritila se arrastró hasta donde estaba su
amada, puso su cabeza sobre el pecho de ella y allí murió. El joven huachichil
se fue furioso porque ni en la muerte logró separarlos. Leyenda tomada del blog de Homero Adame.
Cuentan que ese día el cielo se oscureció y empezó a llover; que era una lluvia triste como si el cielo llorara por la muerte de esos enamorados. Los pájaros dejaron de emitir sus cantos y las flores del campo doblaron sus tallos en señal de duelo.
Se dice que el hombre que aparece y desaparece en El Grasero es el joven
irritila que de vez en cuando va al lugar donde le quitaron la vida a él y a su
amada.
Nota: esta leyenda fue compartida por Lucila Torres Ortiz y las fotos son de Carlos Ponce. Gracias a ambos.
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