Toluca: ecos prehispánicos en un nombre que ataranta
El origen del nombre Toluca no se limita a la fonética colonial ni a casualidades de la orografía. Su raíz se hunde en las creencias y la cosmovisión de los antiguos matlazincas, pueblo originario que habitó el valle mexiquense mucho antes de la llegada de los conquistadores. Los matlazincas rendían culto a un dios llamado Tolo, una entidad vinculada al cerro conocido como Toloche, por ellos consideradocomo morada sagrada. En la cima de aquel cerro se levantaba el principal adoratorio a esta deidad, y en torno a él giraba una práctica ritual asociada con una planta poderosa: el toloache. Hoy en día, la cima contiene una zona arqueológica casi desconocida por el turismo.
Silvestre y abundante en la región, el toloache (Datura inoxia) posee propiedades medicinales, alucinógenas y narcóticas. Los sacerdotes matlazincas lo utilizaban en dosis controladas para alcanzar estados de contemplación profunda y establecer comunicación espiritual con su dios Tolo. Esta práctica fue parte integral de su culto, aunque con el paso del tiempo, su uso sagrado se desvió hacia fines más profanos, como los llamados “filtros de amor” o los populares "amarres" en la brujería mexicana tradicional.
La secuencia simbólica —Tolo, Toloche, toloache— culmina en el nombre actual de la ciudad: Toluca. Incluso el habla popular conserva ecos de esta herencia: se dice que “en Toluca hay buena gente, no mata pero sí ataranta”, haciendo referencia al efecto narcótico del toloache que “aturde” sin herir, aunque también se sabe que en altas dosis enloquece a quien lo toma. Otras versiones sugieren que los españoles, desconcertados por los efectos de la planta, la llamaban “tornaloco”, y que este término derivó gradualmente en Toluca, como deformación fonética.
En conlusión, el nombre de la ciudad capital del Estado de México resume en sí mismo un fragmento de historia indígena, una huella ceremonial y un rastro vegetal de significados místicos. Toluca no es sólo un lugar en el mapa; es un testimonio vivo de un legado que florece en el lenguaje y en la memoria cultural de México.
Notas: la primera foto fue tomada de la páagina en Facebook de Festividades y conciertos de Toluca. Que el enlace sirva de crédito a su autor.
2. La foto del toloache en flor pertenece al Archivo fotográfico de Homero Adame.
==============
Encuentra más leyendas o historias mexicanas en algunos libros del escritor e investigador Homero Adame que están disponibles en Amazon, por ejemplo, accede a la coleccción en este enlace:
Cosas raras sí pasan. Hay mucho rollo en todo esto y como que no quieres creer, pero cuando a ti te pasa, cambias tu modo de ver las cosas y tienes la seguridad que sí hay cosas inexplicables.
Te voy a platicar lo que nos pasó una vez que fuimos a la sierra a traer material para hacer unas mesas. Salimos bien temprano en la camioneta y llegamos a un lugar bien bonito. Yo andaba con mi primo y con Demetrio, el señor que conocía el lugar de donde siempre sacaba el material: raíces de troncos y cosas así. Bien bonitos --dice Roberto López. Entonces llegamos y empezamos a caminar. Mi primo y yo nos metimos por una vereda, mientras Demetrio seguía buscando por ahí. Y ¿qué crees?, que llegamos a un arroyo bien padre, que tenía un charquito que hasta se antojaba para nadar. Aunque era temprano, ya hacía algo de calor, así que yo me lavé las manos y me remojé la cara, y mi primo también. (Relato encontrado en un blog de Homero Adame).
Luego seguimos caminando y yo veía cosas raras, o no sé, a lo mejor nomás me las imaginaba. Pero hasta se escuchaban voces y cantos que no se oyen por esos rumbos. De rato nos reunimos con Demetrio y seguimos buscando la madera. Encontramos la que queríamos y, bueno, para sacarla estaba en chino. Pero como pudimos arrastramos entre los tres algunas raíces y luego las llevamos a la camioneta.
Para esto ya se nos había pasado buena parte del día, y como el calor estaba de la fregada, pues se nos ocurrió ir al charquito para darnos un chapuzón. Y ¿qué crees?, llegamos al mismo lugar donde habíamos estado en la mañana y nada. No había ni arroyito, ni charquito ni nada. El lugar era el mismo pero estaba bien seco. Le contamos a Demetrio lo que nos había pasado. Él nos dijo que no era raro porque él sabía de buena fuente que en la sierra pasan cosas que la mente de uno no comprende.
No me acuerdo bien cómo lo explicó, pero creo que dijo que hay veces que cuando llegas a la sierra antes del amanecer, la sierra te envuelve con su energía y puedes entrar como a otra dimensión, y con eso ves cosas que normalmente no verías. Pero aunque suene muy bonito, la cosa no es tan fácil como parece, pues hay veces que te metes en una visión y te puedes quedar atrapado por quién sabe cuánto tiempo. También dijo que muchas veces tienes que esperar hasta que se abra la puerta de esa dimensión para regresar acá. Está grueso, ¿no? (Relato tomado de un blog de Homero Adame).
La verdad yo no sé mucho de esto, pero de que vi cosas y oí cosas, eso sí me consta y lo bueno es que tuvimos suerte de no quedarnos atrapados como nos dijeron, aunque, bueno, a lo mejor eso no es cierto.
Leyendas como ésta fueron publicadas en 2022 en el libro Mitos, cuentos y leyendas de Nuevo León. Regiones Citrícola y Sur, un libro de Homero Adame cuyos antecedentes son Mitos, cuentos y leyendas de Nuevo León, publicado por la Editorial Font, de Monterrey, N.L. en 2005, el cual fue, a su vez, una edición corregida, aumentada y mejorada de Mitos, cuentos y leyendas regionales – tradición oral de Nuevo León, originalmente publicada por Ediciones Castillo en 1998.
Esta nueva edición contiene exclusivamente relatos de doce municipios neoleoneses, seis de ellos ubicados en la Región Citrícola y, otros seis, en la Región Sur. Está compuesto por tres capítulos: Mitos, Cuentos y Leyendas; este último subdivido por épocas y temas: Leyendas con contenido prehispánico, Leyendas coloniales de santos y vírgenes, Leyendas de aparecidos y fantasmas, Leyendas de brujas y curanderos, Leyendas de cementerios y Leyendas de tesoros. Más aún: en este tratado el autor presenta cada relato recreando el habla de zonas rurales y serranas de Nuevo León, donde se usa un lenguaje sencillo, pero con vocablos y locuciones poco comunes o desconocidas en otras regiones del país o en las urbes.
Cabe destacar que, más allá del relato, Homero Adame analiza el contenido de cada leyenda y encuentra simbolismos, hierofanías, elementos teogónicos del pensamiento desde el tiempo mítico y, de tal modo, sitúa a estas regiones neoleonesas en el contexto de la mitología universal.