El interés personal de contar una historia acerca de los judíos potosinos
desde
las voces de ellos mismos
Por Homero Adame
En San Luis Potosí hay una historia mal
contada, una de muchas, que versa sobre una comunidad judía. Palabras más,
palabras menos, dice así: “Aquí había una comunidad de judíos, mataron a uno de
ellos, al homicida lo cargaron en hombros como héroe y por eso se fueron
todos”. Es una historia mal contada porque en la capital potosina no hubo una
comunidad judía per se, sí mataron a uno, el homicida al parecer sí se
convirtió en efímero héroe popular y no todos los judíos se fueron por causa del asesinato; se fueron paulatinamente por diversas razones.
Antes
de continuar y explicar por qué decidimos aventurarnos a hacer una
investigación sobre este tema, cabe mencionar que en San Luis Potosí ha habido
presencia judía desde la época virreinal, con judíos sefaradíes que llegaron de
España o incluso Portugal en distintas épocas. Desde finales del siglo XIX y
principios del XX hubo una ola migratoria de judíos árabes que partieron
principalmente de Siria y Alepo, al mismo tiempo que llegaba otra ola de judíos
sefaradíes venidos de Turquía, Grecia y otras partes del Mediterráneo. Hacia
finales de 1923 comenzaron a llegar los ashkenazitas, como se les conoce a los
judíos de Europa del Este cuya lengua es el idish, una especie de dialecto del
alemán, y los que se asentaron en la capital potosina fueron básicamente
originarios de Polonia, Lituania, Bielorrusia y Ucrania. El primero de todos
ellos fue León Sod Blanckstein, oriundo de Bialystok, Polonia sin que se sepa
por qué eligió San Luis Potosí para establecerse. Él se encargó de traer a
familiares y amigos tanto polacos como lituanos que habían hecho enlaces
matrimoniales en sus lugares de origen. Y fue precisamente esa oleada ashkenazí
la que llamó nuestra atención, pues entre 1924 y 1943 hubo más de treinta
familias que casi conformaron una comunidad judía; para 1955 restaban no más de
cinco familias y, para 1975, no quedaba ni un solo migrante de aquella
generación, aunque sí un descendiente nacido en San Luis Potosí.
Dicho
esto, y tras haber escuchado muchas veces aquella historia mal contada, en
cierta ocasión Emilio Borjas me mostró una relación de rentas de 1943 del
Palacio Mercantil, tanto de los locales comerciales a nivel calle como de los
departamentos en la parte superior. En ese documento están registrados varios apellidos
que, supusimos, podían ser de aquellas familias judías ashkenazitas. Por mera
curiosidad empezamos a platicar con gente mayor que ha vivido en el centro o
que tiene negocios en ese sector desde hace décadas y fue como confirmamos que
tales apellidos correspondían a esas familias judías, al tiempo que fuimos
aprendiendo qué negocios tenían, con quiénes se relacionaban, y también
escuchamos recuerdos y anécdotas buenas y no tanto de las prácticas comerciales
de algunos judíos de aquella generación. Seguimos preguntando y tomando nota de
otros apellidos y nombres de los niños judíos que en la infancia fueron
compañeros de gente potosina en los colegios católicos, lo cual en un principio
nos pareció irónico, pero más tarde las voces judías confirmaron esos recuerdos
y dijeron que sus padres, pese a cualquier adversidad, los habían inscrito en
colegios de monjas porque era donde había mejor educación académica en la
capital potosina. Y entre paréntesis o dicho sea de paso, con todos los que
platiqué y sin excepción tienen muy bonitos recuerdos de aquella época.
Aunque no tenemos un censo preciso de las familias ashkenazitas asentadas en San Luis Potosí en esos años, pues a juzgar por los registros de extranjería había muchos individuos que estaban de paso mientras conseguían papeles para emigrar a los Estados Unidos, cabe señalar que los más recordados de la generación migrante son el ya citado León Sod, los Shapiro y los hermanos Kobisher, mientras que de los nacidos en la ciudad muchos lugareños se acuerdan de apellidos como Zundelevich, Marcovich, Perkulis y Markushamer[1]. Mención aparte merece Salomón Blanck, el hombre que murió asesinado aunque mucha gente no sabe o no recuerda el nombre pero sí el hecho.
Ya con una base de datos significativa, Emilio y yo concluimos que teníamos ante nosotros un buen tema de investigación. Así nos dimos a la tarea de buscar a los judíos ashkenazitas con raíces en San Luis Potosí o a sus descendientes. Los primeros intentos no tuvieron respuesta, hasta que un día me respondió Miriam Medrez, la hija mayor de uno de los nacidos en la capital potosina. Le expliqué lo que estábamos pretendiendo hacer, intercambiamos mensajes y hablamos por teléfono hasta que ella misma organizó una reunión con su padre en la Ciudad de México. Acudimos Emilio y yo a la cita y conocimos a los Medrez: a don Salomón, nacido en San Luis Potosí en 1932 y a Miriam, quien de San Luis sólo tenía los recuerdos de su padre y de sus tíos. Esa reunión fue muy fructífera, pues además de la información que compartieron con nosotros, ellos mismos nos pusieron en contacto con primos y familiares y así se fue extendiendo la red de conocidos hasta que logré entrevistar a miembros de 27 familias de las más de 30 que incluimos en el libro. Para entonces ya se había integrado al equipo Jesús Garza Herrera, cuyo interés por la genealogía fue de gran utilidad para armar este libro de las familias que, por ser tanto el material oral y documental recopilado, es el primero de lo que hemos proyectado como una trilogía.
Lo que al principio pareció ser cautela entre los judíos con raíces potosinas, una vez entrados en confianza y con referencias directas de familiares y amigos, y haberse corrido la voz entre la comunidad, todos los entrevistados compartieron con gran entusiasmo sus historias de infancia, sus recuerdos de San Luis Potosí, testimonios y anécdotas, así como fotografías de época que son testimonios gráficos muy valiosos que, en casos así, sólo existen en los archivos familiares. Entre muchas cosas aprendimos que la mayoría de ellos ni siquiera sabía de un crimen contra un judío ocurrido un mal día de 1943 o vagamente recordaba haber escuchado de eso; que lo que fue casi una comunidad judía en San Luis Potosí se disolvió de manera paulatina. Ciertamente, los Blanck y la familia más cercana, los Medrez, se fueron a México después del homicidio (6 de febrero de 1943), pero el resto emigró posterior y paulatinamente a la capital u otras partes porque en San Luis no había comunidad judía, porque no había colegios con educación judía y porque las opciones de matrimonios entre judíos eran muy limitadas. Los que habían nacido en San Luis se fueron muy jóvenes y casi ninguno regresó, excepto muchos años después para visitar la ciudad como turistas con sus hijos y nietos.
Reunir voces e información de alrededor de 30 familias se dice fácil, pero fue en verdad una tarea tan ardua como satisfactoria que tardó casi dos años. Por un lado conjuntar la genealogía, por otro los documentos históricos y, principalmente, la parte testimonial en ciertos momentos parecía casi un trabajo de arqueología. Unas familias fueron fáciles de darles buen seguimiento porque tienen archivos, árboles genealógicos bien elaborados y narradores excepcionales; otras resultaron más complicadas y de algunas más fue imposible encontrar descendientes. Y finalmente, con todo el material oral y documental reunido, el trabajo más complicado pero asaz satisfactorio fue armar, como si fuera rompecabezas, este primer libro que, para mí como escritor e investigador, es de lo mejor que he logrado porque, además, yo también fui “inmigrante” en San Luis Potosí: llegué del norte un equis día, me establecí y tanto la ciudad como ciudad y su gente me recibieron bien; años más tarde, un equis día emigré, tal como por diversas razones habían hecho aquellos ashkenazitas que ocupa este trabajo y que con gran beneplácito he llegado a conocer.
En
resumen, a través de Judíos ashkenazitas en San Luis Potosí. Las familias
ofrecemos un panorama de aquellas familias judías que se establecieron en la
capital potosina, echaron raíces y emigraron. Es un libro de historia oral
contada por integrantes de tales familias, así como por voces potosinas que
convivieron con ellas durante la niñez.
[1] Éste es uno de varios apellidos con variantes en su escritura. Mucha gente los menciona como Markushamer o Marcuchmaer, pero la hija que nació en San Luis Potosí me dice que su padre y su familia cercana siempre lo han dicho y escrito Marcoschamer, y así lo consigné en el libro Judíos ashkenazitas en San Luis Potosí. Las familias. P. 163.
1 comentario:
Muy interesante tu investigación, recientemente me hice una prueba de 🧬 ADN de ancestros y apareció Una combinación casi de 18% de Ashkenazí y europeo oriental, en mis búsquedas por family search descubrí una posible coincidencia con una antepasada en San Luis , solo que alrededor de 1925
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