.
El peregrino
Relato de Homero Adame en su libro 14 voces por un real
.
—Áaamonoos. Destino Real de Catorce. ¡Última parada en Cedral! –grita a todo pulmón el conductor del autobús que puntual cada año hace el mismo viaje repleto de peregrinos.
—Siempre igual. A este chofer lo conozco de hace muncho tiempo y grita igualito cuando nos lleva al Real de Catorce –dice un pasajero a su compañero de asiento–. Usté es nuevo, ¿vedá? Sí, me lo afiguraba. Yo tengo más de una docena de años de hacer este viaje y nunca lo he vido antes.
Van dos hombres sentados uno al lado del otro. El primero tiene como setenta años de edad, es bajito de estatura, de piel morena, curtida por el sol y cabello entrecano; viste ropa de mezclilla desgastada, con chamarra gruesa, sombrero y huaraches. El otro es un hombre de unos cuarenta y cinco años, moreno también, pero más alto; viste ropa moderna y de colores: chaqueta verde, camisa amarilla, pantalones azul marino y tenis.
Entre el rumor del motor, el traqueteo del vetusto camión, los ronquidos de uno que otro desmañanado y la música ranchera del radio, sobresalen el grito de un chiquillo inquieto y los cánticos de los adultos quienes se encuentran ansiosos de llegar para cantarle las mañanitas a San Francisco, que este 4 de octubre celebra su santoral.
«♪♪♪ Vamos peregrinos/ ya estamos por llegar/ que a nuestro santo hemos de adorar... ♫♫♫.»
—Muy bonito, mi amigo –continúa diciendo el viejo, en una suerte de monólogo, sin casi permitir que su compañero le responda–. Todos cantan antes de llegar. Hay que afinar la garganta. Usté sabe.
“Yo tengo munchos años de venir. ¿Es su primera visita? Le va gustar, le va gustar. Primero hay que subir el cerro, luego cruzar el túnel. Muy asombroso, el túnel. Ya verá cómo le va gustar.
“Antes era distinto, cruzábanos el túnel en mueble. Ya no. Ora es muncho el gentillal que viene que luego no se puede pasar más que caminando. Sí, mi amigo, las cosas cambian, pero el fervor a San Panchito es igual de fuerte. Eso no cambia. No, señor.
El ánimo general decae un poco cuando la aurora empieza a despuntar. Ha sido largo el viaje. Hace diez horas salió el autobús del pueblo y ya van por los rumbos de Cedral, donde hizo la última parada para cargar gasolina y que los pasajeros bajasen al baño.
«Traca, traca, traca» –suena y se bambolea el camión cuando toma el camino a Real de Catorce. Ha disminuido la velocidad porque ahí no se puede circular más veloz debido a la subida y al empedrado. Aunque lo cierto es que el autobús está tan viejo que tampoco se le puede pedir que vaya más fuerte.
—Ándele, ya vamos a llegar. Un ratito d’empedrado y luego en La Luz nos apeamos del mueble pa’ treparnos en uno de redilas que nos lleve hasta’l túnel. Son como cuatro o cinco kilómetros de subida bien disgraciada, y luego dos del túnel. No’mbe, las viejas ya no aguantan tanta friega. Imagínese, diez horas apoltronados en este camión... los huesos s’entumen. Como dicen los muchachos di ora: “Hasta la raya se te borra” ¡Ah chamacos caranchos, cada cosa que sacan!
“¿Tiene familia? Yo tengo cuatro muchachos y dos chamacas. Ya están grandes. No les gusta venir. Dos se fueron pa’l otro lao. Una vive por el rumbo de Tampico, y el resto están ocupados con sus chambas. No les gusta el rancho tampoco. Cuando estaban chiquíos sí los tráibanos, pero desde que faltó su madre –que descansando en paz esté mi vieja– se desbalagaron.
“¿Por qué no trajo a su vieja? Ah, es ésa qu’está con aquea otra señora. Su suegra, ¿vedá? Me lo imaginaba. Desde que se treparon supe qu’eran nuevos ustedes. Les va gustar, ya verá. Muy bonito el pueblo. Y muy milagroso San Panchito, ¡eso que ni qué!
“Le voy a platicar. Cuando mi vieja se puso mala yo le prometí una manda a San Panchito. Y mire que me la cumplió. Mi mujer –que Dios la tenga en su santo reino– me duró siete años más, pero cuando ya ni la fe pudo hacer nada, pos se murió. Sus últimas palabras que me dijo fueron: «Ay Chemo, nunca dejes d’ir a ver a San Francisco. Ve siempr’en su mero día, préndele una vela, reza por mí, por los tuyos, y pídele nos dé descanso». Yo le prometí y no le fallo, hasta que Dios me dé licencia.
“¿Usté cree en los milagros, mi amigo?...
Puedes ler el resto del relato y los otros trece en el libro que está disponible en Amazon para versión impresa y para electrónica en Kindle.
https://www.amazon.com.mx/dp/6072953166/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=
.
1ra edición: Verdehalago y Secretaría de Cultura de SLP. 2007.
2da edición: San Miguel de Allende, Gto. 2024
Puedes ver extractos de las otras voces en este enlace:
También puedes leer una reseña del libro siguiendo este otro enlace:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario