LOS HUICHOLES (2da parte)
Continuación del relato
de Homero Adame publicado en su libro 14 voces por un real, obra ganadora del Premio
“20 de Noviembre” de Narrativa, en 2004. Para leer la primera parte sigue este enlace:
Los huicholes (1ra parte).
Los huicholes (1ra parte).
—En
las anécdotas de ustedes, ¿hay algunos peregrinos que no han cruzado esas
puertas?
—Es
muy peligroso y ahí se puede fracasar. Unos han regresado sin ver a Wawatsári.
—¿Cómo
sucede este fracaso?
—Accidentes,
cosas malas, Wawatsári se esconde.
—¿Qué
piensan los demás huicholes de los que fracasaron?
—Un
hermano no juzga. No hay sentimientos de nada. Uno toma las cosas como son;
sabe que luego volverá a intentar.
—¿Qué
hacen después de cruzar el lugar donde las nubes chocan, hay algunas ceremonias
antes de entrar en Wirikúta?
—Nadie
puede entrar a Wirikúta ni puede cazar a híkuri-venado sin estar
limpio de todo. Primero hacemos la confesión y luego la purificación. Los
cazadores (peyoteros) deben contar a todos sus aventuras con otras personas,
desde que ya son mayores hasta el presente. Todos dan los nombres de las
personas con quienes se han aparejado (tenido relaciones), y no importa que los
esposos o esposas estén presentes. A los más viejos se les permite acortar los
relatos porque si no se hace muy larga la cosa. Y a los chamacos no se les
pregunta. Bueno, sí se les pregunta, pero no tienen nada que contar todavía.
—¿Y
no se enojan los cónyuges si saben que su mujer o su esposo ha tenido
relaciones con otros hombres o mujeres?
—Uno
se encela, pero es parte de la purificación. Ahí tenemos que olvidarnos de
resentimientos, corajes, celos, envidias. Si alguien no queda limpio de eso, su
paso en el país del peyote será muy malo. Pero un huichol nunca se arrepiente,
nomás acepta las cosas como son.
—¿Cómo
se hace la ceremonia de confesión?
—Maraakáme
primero prende el fuego sagrado y todos se sientan en círculo, cerca del fuego.
Luego todos los viajeros cuentan sus historias, sin olvidar nada. Maraakáme
tiene en sus manos una soga y su muviéri (penacho de chamán); a sus pies
tiene a Kauyúmari (el espíritu auxiliador del venado, representado con
dos cornamentas) y el takwátsi. Entonces Maraakáme escucha las
historias de cada huichol y hace un nudo en la cuerda por cada uno de nosotros.
El primero que cuenta sus aventuras es el Tayaupá (representante del sol
en la peregrinación) y luego los demás, de acuerdo a su jerarquía.
—¿Por
qué hacen este rito de confesión?
—Es
que el viaje a Wirikúta es muy arduo, y uno tiene que ir limpio de su
pasado y de su carga sexual.
—¿Y
cómo es la purificación?
—En
la purificación todos los peregrinos ponen primero una mano en el fuego y luego
la otra. Los más valientes brincan sobre las llamas. Las mujeres se alzan las
enaguas para que el humo suba por entre sus piernas y se meta en ellas, para
que queden limpias por dentro también.
—¿Nunca
se queman?
—Nadie
tiene por qué quemarse, pero si alguien no hizo su confesión correctamente, sí
se quema y eso lo limpia.
—¿Qué
hacen después de eso?
—Maraakáme
es el transformador, él que hace y deshace. Él enrolla la soga, ya llena de
nudos, y la echa al fuego para que se convierta en cenizas.
—¿Cuáles
son las peores ofensas entre ustedes?
—No
tenemos castigos nosotros para nadie porque la confesión y la purificación en
el fuego sagrado limpian los pecados. Pero cuando alguien se apareja con sus
hijos o sus padres (incesto), o con los «españoles», los corremos de nuestro
pueblo y su verdadero castigo será después de la muerte porque nuestros
antepasados no olvidan.
—Dime,
Camilo, ¿por qué mezclarse con los «españoles» es tan malo?
—Los
«españoles» siempre han sido crueles con nosotros. Como ya te dije, se roban
nuestras tierras y matan a nuestra gente. Pero esto viene de más atrás, de los
días cuando llegaron los primeros blancos a estas tierras. Aquellos eran
hombres malos que hacían esclavos a los huicholes, y a nuestros hermanos coras,
tepehuanos y rarámuri, y a todos los dueños de estas tierras. En las
peregrinaciones nuestros antepasados pasaban por Zacatecas y otras ciudades
mineras, y los «españoles» los capturaban para hacerlos trabajar en las minas.
“Wirikúta
queda muy cerquita de las minas de plata, ¿no? Los huicholes tenían que viajar
de noche, siempre alertas, pero muchas veces no tuvieron suerte. ¿Cuántos de
nuestros hermanos nunca regresaron del viaje a Wirikúta? ¡Cuántos! Eso
no lo hemos olvidado, es por eso que tenemos prohibido mezclarnos con los
«españoles» de ahora, aunque no todos son malos y con algunos somos amigos.
—Entonces,
una vez terminada la confesión y la purificación, ya pueden entrar a Wirikúta,
¿verdad?
—Todavía
falta algo. Maraakáme toma otra cuerda y camina, de aquí para allá
(derecha a izquierda), con el muviéri (flecha ceremonial con plumas de
halcón) frente a todos los peregrinos. Los toca con las plumas del muviéri
y hace un nudo en la soga. Esto es para que todos vayan juntos de un solo
corazón. La cuerda es como la tripa del ombligo cuando uno nace (el cordón
umbilical).
—¿Esa
cuerda no se echa al fuego?
—¡Nunca!
Maraakáme conserva la cuerda anudada todo el tiempo durante el viaje a Wirikúta,
y al regreso es desanudada.
—¿Quién
la desanuda? ¿Maraakáme?
—Cuando
ya estamos de regreso, hacen un círculo todos los peregrinos y pasamos la
cuerda dos veces alrededor de los hermanos. Cada uno de ellos deshace un nudo.
Con eso termina el viaje y sabemos que la transformación de los peregrinos ha
quedado completada.
—Bueno,
regresemos un poco. ¿Qué hacen cuando entran en territorio de San Luis Potosí,
o sea, antes de llegar al país del peyote? ¿Hay algo especial ahí?
—Todo
el camino es especial. Pero ahí, en el hermoso desierto, llegamos a Tatéi
matiniéri (los pozos sagrados de agua). Ahí viven nuestras madres porque el
manantial es el agua de la vida. También cerquita viven Toimáyau (las
madres de los niños).
“Entonces
hacemos otra ceremonia. Maraakáme mete la punta de madera de su muviéri
en algunos Tatéi matiniéri, remueve el agua y primero la avienta hacia
las cinco direcciones del mundo y luego sobre los peregrinos. Después purifica
el bule. Entonces todos nos lavamos y nos purificamos con el agua (que es en
realidad el primer «baño» en muchos días).
“Cuando
un huichol ha quedado lavado y fresco con esa agua, puede entonces ver el país
del peyote; queda en el horizonte hacia donde el sol se levanta todas las
mañanas. Luego Maraakáme pide que todos los peregrinos, uno a uno,
vengan ante él. Cuando cada uno pasa, él le da a tomar toda el agua del bule y
luego le dice que coma tortillas y galletas remojadas con agua sagrada. Cuando
todos terminan de tomar agua y comer, nos ponemos en fila, ajiladitos, y juntos
cruzamos Wakirikítema (la puerta de entrada a Wirikúta). Así
entramos al sagrado jardín de los abuelos.
—El
sagrado jardín de los abuelos, ¿dónde queda eso?
—Ah,
ésa es la tierra que abarca todo el horizonte, mucho más allá de donde vive híkuri.
Ahí hay dos montañas: Wirikúta (donde en realidad se caza al
venado-peyote) y Tsinuríta (donde al parecer también crece peyote en las
laderas). Tsinuríta es la imagen de Wirikúta como si la ves en un
espejo o en un charco de agua limpia. En los picos de las dos montañas viven
los kakauyarixí.
—Los
kakauyarixí, ¿quiénes son ellos?
—Son
los sobrenaturales, los espíritus de nuestros hermanos que ya no están aquí.
Hay unos buenos y otros malos.
—Oye,
Camilo, no habías mencionado Tsinuríta para nada. Me imagino que Wirikúta
es más importante.
—Wirikúta
es más poderoso. Pero el más sagrado de los picos de Wirikúta es Unáxu
(cerro quemado) porque ahí nació Tayaupá (el sol). Su imagen en la
sierra de Tsinuríta es la montaña de Tatewarí (el gran espíritu
del fuego). Tatewarí también tiene su montaña sagrada aquí en nuestras
sierras, cerca del mar (la costa del Pacífico).
—¿Suben
ustedes a Unáxu?
—Tatewarí
o Tamátsi Wawatsári (el venado principal o hermano mayor) enseña a Maraakáme.
Le dice qué deben hacer los peregrinos. Muchas veces sólo Maraakáme sube
a Unáxu; otras va acompañado por algún hermano huichol.
—¿Qué
sienten ustedes cuando ven a Wirikúta en la distancia?
—Un
huichol nunca habla de lo que siente, tampoco de lo que ve. Pero es muy
hermoso. El rancho donde uno vive es muy feo, pero en Wirikúta todo es
muy verde. Ahí uno come con satisfacción como a uno le gusta, siempre en medio
de las flores más bonitas que hay en el mundo.
—Entonces,
cuando llegan a Wirikúta empieza la cacería, ¿verdad?
—Hay
que levantar los campamentos de cacería de Wawatsári primero.
—Los
campamentos, ¿cuántos son?
—Depende
de cuánta gente ha hecho el viaje. Pero casi siempre son dos, que quedan a
medio día de camino entre sí. Depende de dónde se encuentre a híkuri.
“Cuando
el campamento está listo, antes de empezar la cacería, los hikuritámete
(cazadores de peyote) recogen palos y ramas secas de gobernadora para hacer las
fogatas. El fuego es la comida de Tatewarí (gran espíritu del fuego), y
siempre lo prende Maraakáme. Cuando el fuego arde, Maraakáme
escoge un tizón rojo, el kupúri (alma, fuerza de la vida) de Tatewarí,
y lo echa en una bolsa ceremonial que siempre lleva con él aquí, alrededor del
cuello, cerquita del corazón.
—¿No
se quema con el carbón?
—La
bolsa es especial y el tizón protege al cuerpo y al espíritu. Un Maraakáme
no se quema.
—¿Y
qué hace con el carbón?
—Lo
lleva aquí, cerca del corazón, porque es el kupúri de Tatewarí.
—¿Cuándo
empieza la cacería?
—Después
de que ya se prendió el fuego. Entonces todos caminamos lejos, muy lejos (que
en realidad significa cerca, muy cerca), porque Maraakáme ya sabe que Tamátsi
Wawatsári (el venado principal) los está esperando. Mientras caminamos, Tatutsí
(personificación del bisabuelo), que es otro de los cazadores, toca música con
su arco porque tenemos que hacer feliz a Wawatsári (el hermano mayor,
venado-peyote), antes de su muerte que ya está cerca.
—¿Por
qué dices que el peyote es un venado?
—Híkuri
no es nomás una planta, es también venado y maíz, y uno lo distingue por el
color, ya que son cinco los colores sagrados del maíz entre nosotros: amarillo,
azul, blanco, moteado y rojo. El azul es el más poderoso.
—Muy
bien, entiendo. ¿Qué pasa cuando alguien encuentra el «venado»?
—Bueno,
el primero que debe encontrarlo es Maraakáme porque él es el guía de su
gente, él es el que lo puede ver con el ojo del espíritu. Entonces Maraakáme
siempre va al frente de los cazadores, y cuando encuentra el venado, apunta la
primera de sus flechas y la dispara. Nunca falla en enterrarla en el corazón
(la corona) del híkuri más cercano. Si no pega en la mera corona, tiene
que tirar otra y otra; nunca más de tres. Después usa el muviéri y con
la mano la clava en la tierra, para que así sean cuatro flechas, una para cada
rincón del mundo. Luego Maraakáme mira de cerca a híkuri. Cuando
es de cinco puntas sabe que es un buen augurio, pues son los más bonitos y
poderosos.
“Luego
Maraakáme saca de su takwátsi (la canasta sagrada) las plumas
para barrer a Wawatsári, porque su kupúri se escapa y Maraakáme
tiene que detenerlo. También le echa sangre de algún animalito porque la sangre
es vida.
—¿Cómo
ve Maraakáme el espíritu del venado-peyote?
—Muy
bonito. Es más bonito que el arco iris del cielo. Los rayos de su kupúri
salen para arriba, pero Maraakáme los detiene con las plumas. Si kupúriuri
se escapa, el híkuri no sirve y la cacería es un fracaso.
—Entonces
Maraakáme protege al espíritu del venado. ¿Qué hace luego, lo corta?
—Antes
Maraakáme habla con el kupúri de Tamátsi Wawatsári y le
pide perdón por matarlo, pero le dice que en verdad no ha muerto, pues crecerá
de nuevo. Todos los peregrinos repiten las palabras de Maraakáme,
pidiendo perdón al hermano mayor y le entregan las ofrendas que le han llevado:
yé (tabaco), agua de Tatéi matiniéri (de nuestras madres, las
pozas sagradas), maíz, tamales y las plegarias.
“Después
corta el híkuri en los gajos que tenga (cuatro o cinco) y Maraakáme
mete las piezas en el yékwei (bule sagrado). Esto se repite en otros
bules y con otras plantas que, para entonces, ya han cortado otros hermanos.
Tiene que haber suficiente híkuri para que cada peregrino alcance un
gajo para comer, pues es la carne del hermano mayor. Maraakáme come
primero, tomando un gajo en sus manos, lo pone aquí en su cabeza, en la frente,
en los ojos, en la boca y en el corazón antes de masticarlo. Luego cada peregrino
recibe su gajo y hace lo mismo. Maraakáme le dice: “Máscalo bien,
máscalo bien, porque así podrás ver tu vida.” Todos los hermanos toman su yekwé-te
(bule de tabaco) y lo colocan cerca de las cavidades donde se cortó el híkuri.
—¿Todos
llevan un bule?
—Se
cubren con piel los bules, especialmente de huevos (escroto) de venado porque
son los más poderosos. Todos los hermanos tienen uno.
—Cuando
hay niños entre los peregrinos, ¿también a ellos les dan peyote?
—No,
a los nunutsi (bebés) no. Pero cuando un chamaco ya tiene los tres años,
se le hace una prueba. Si lo come con gusto podrá convertirse en Maraakáme,
si no le gusta, puede que nunca llegue a ser un Maraakáme. Los matewáme
(novicios) sí comen híkuri.
“El híkuri
nos quita el hambre y la sed, cicatriza las heridas y previene las infecciones.
Lo más importante es que restablece nuestro espíritu.
—¿Entonces
todo el peyote es bueno?
—Hay
otro híkuri, que llamamos tsuwirí (falso peyote). Ese crece
también en Wirikúta y se manifiesta como verdadero híkuri a los
que no se han purificado por completo. Ese tsuwirí es malo y engaña a la
mente y al espíritu del huichol. Esto se lo tiene que decir Maraakáme a
su gente para que tengan cuidado. Cuando ya todos lo saben, empieza la cacería.
Todos se desbalagan solos entre el país del híkuri y saben que el híkuri
se esconde bien, por eso tienen que estar muy alertas siempre.
“Cuando
ya se ha ido cazando híkuri, la mayoría de los cazadores se dan regalos
de él. Intercambian pedacitos o venados completos, que comen con agrado.
—¿Cómo
cortan el peyote?
—Todo
híkuri tiene que ser cortado y desenterrado con mucho cariño y cuidado.
Nada se debe dejar tirado porque el espíritu se enoja y no permitirá que lo
saquemos de su tierra. Al cortarlo no se saca entero, sino que se le deja la
raíz para que crezca otra vez. El cazador lo corta y lo mete en su canasta y no
permite que ésta toque el suelo, porque luego el híkuri se sale y ya no
deja que lo metan de nuevo. Uno siempre tiene que pedirle una disculpa por
cortarlo, y agradecerle por dejarse cortar. El espíritu del venado nos escucha,
y sabe que todo está bien.
—¿Cuánto
peyote cortan?
—Nomás
el necesario. Cuando ya tenemos las canastas llenas, Maraakáme ordena
regresar al campamento. Si alguien sigue cortando, le dice que termine de
inmediato. No se debe tomar más de lo que uno necesita. El hermano mayor se
puede enojar y puede hacer que el híkuri desaparezca, y se dan casos que
los buscadores regresan a su rancho sin nada en las manos.
—¿Hacen
más rituales después de la cacería?
—En
la noche todos comemos híkuri para ver las bellezas del mundo y de la
vida. A los matewáme se les protege de los conjuros de los brujos, pues
aunque el venado es un espíritu protector, también uno queda abierto y
vulnerable. Se hace un baile alrededor de la fogata. Nadie cuenta nada de sus
visiones, lo único que se dicen es: “los colores son hermosos”, “el maíz
brilla”, “el cielo bajó”, “el cielo y la tierra se han juntado”, “mi vida es
fuerte”. Así somos los huicholes. Nadie habla de sus cosas.
—¿Todos
tienen experiencias parecidas?
—Eso
sí es difícil saberlo. Pero los peregrinos no ven lo mismo que Maraakáme,
porque Maraakáme tiene experiencias diferentes de los demás. Él recibe
instrucciones de Wawatsári para guiar a su pueblo, y también busca la
manera de encontrarse personalmente con Tatewarí, pues ésa es la única
forma de pasar al quinto nivel.
—¿El
quinto nivel?
—Es
el nivel más alto del espíritu. No todos lo logran.
—¿Son
cinco niveles?
—Cinco.
—¿Cuáles
son los niveles, cómo los puedes describir?
—Todos
son diferentes. El quinto es el más poderoso. Ahí vive el espíritu en Wirikúta,
su casa.
—¿Cuántas
cacerías se hacen?
—Depende
de la cosecha. Algunas veces en la primera cacería conseguimos lo necesario
para nuestras ceremonias de todo el año en nuestro rancho, para toda nuestra
gente. Entonces ahí nos detenemos y regresamos a casa. Pero si no hemos
conseguido suficiente, hacemos más cacerías.
—Cuando
terminan la última cacería, ¿regresan a casa inmediatamente?
—Los
hikuritámete saben que es peligroso quedarse ahí.
—¿Peligroso?
—Wirikúta
se convierte en una visión. Kakauyaríxi (los sobrenaturales) acechan a
los vivos. También Irumári (la pervertidora de hombres) y Nuipás
ikuri (la pervertidora de mujeres) andan buscando a quién fregar. El kupúri
de Tamátsi Wawatsári ya no está en ese mundo. Entonces, sin descanso
levantamos el campamento y caminamos a donde el sol se pone hasta que nos dé la
noche. Pero antes de salir de Wirikúta, todos lavamos nuestros huaraches
y la ropa con agua de los bules. Maraakáme echa agua de su bule a las
cinco esquinas del mundo y deja prendido el fuego sagrado para que se extinga
solo. Todos los hermanos dejan más ofrendas y luego nos vamos, despidiéndonos
con tristeza de Tatewarí y de los kakauyaríxi. Todos volteamos
una vez más para ver esa tierra hermosa y caminamos cantando las plegarias.
Muchos sabemos que al año siguiente habremos de volver, otros no saben. Pero
todos sabemos que cuando nos llegue la muerte, regresaremos para quedarnos
allá, en esa tierra hermosa, con nuestros ancestros.
—Camilo,
una última pregunta: ¿cuando están en Wirikúta, nunca van ustedes a los
pueblos de ahí cerca, como Real de Catorce?
—¿Para
qué? Ahí no hay nada para nosotros, más que historias tristes de nuestros
antepasados. En nuestra ruta nunca nos metemos a los pueblos porque ahí existen
muchos peligros para nuestros espíritus.
Esa
noche, bajo el cielo estrellado y la fogata que siempre mantuvieron viva,
Camilo siguió platicando del viaje de regreso, aunque yo ya casi no le hacía
preguntas. Después habló de otras cosas y contó leyendas y mitos de su pueblo y
de su gente. Explicó cómo los huicholes encontraron al maíz o, mejor dicho,
cómo el maíz encontró a los huicholes; cómo el Kiéri Tewíyari (toloache)
engañó a muchos con sus poderes de dar visiones. Asimismo, relató la creación
del universo, los astros y el mundo de acuerdo a los huicholes; de cómo llegó
el venado a esas tierras y muchas cosas más que yo casi no apunté en mi libreta
porque estaba muy cansado, aparte de que Camilo hablaba muy rápido. Otros
huicholes aportaron entonces algunas anécdotas, pero el mágico recuento del
viaje a Wirikúta parece estar reservado para el chamán, para el Maraakáme.
Han
pasado ya muchos años desde que por última vez vi a Camilo y a la gente de El
Ángel. He tenido contacto esporádico con huicholes de otras comunidades, pero
no puedo decir que sienta una amistad por ellos. Desde que estoy jubilado
dispongo de suficiente tiempo libre para viajar, pero ya los achaques de mi
edad no me lo permiten. Añoro los tiempos aquellos de mis visitas por tierras
huicholas y me gustaría volver, pero siento que tal vez me embargaría la tristeza
si llegara a El Ángel para sólo enterarme que Camilo ya no está ahí y que su tepu
ya no resuena para guiar a su gente. Aunque quisiera imaginarme que su kupúri
se ha encontrado con los kakauyaríxi para vivir en Wirikúta por
el resto de la eternidad.
Lexicón de términos huicholes usados en este relato
Eaká
tewaeí = deidad del viento.
Híkuri =
peyote.
Hikuritámete =
cazadores de peyote.
Irumári =
la pervertidora de hombres.
Kakauyaríxi =
los sobrenaturales.
Kalíwei =
el templo.
Kauyúmari =
el espíritu auxiliador del venado.
Kiéri
Tewíyari = toloache.
Kupúri =
alma, fuerza de la vida.
Maraakáme
=
chamán, el guía, el sabio de un pueblo huichol.
Matewáme =
novicios.
Muviéri =
penacho de chamán. También muviéri significa las flechas ceremoniales
con plumas de halcón.
Niwetúka
me
= la gran madre de todos los niños.
Nuipás
ikuri =la pervertidora de mujeres.
Nunutsi =
bebé.
Psicopompo =
almas, espíritus.
Rurawémuieka =
deidad de las estrellas.
Samúravi =
hermano coyote.
Takwátsi =
canasta sagrada donde se guardan los instrumentos ceremoniales y una jícara o
bule especial en las ceremonias.
Tamátsi
Wawatsári = el venado principal.
Tatéi
Matiniéri = los sagrados manantiales de la fertilidad.
Tatewarí =
el gran espíritu del fuego.
Tatutsí =
el bisabuelo.
Tayaupá =
el sol.
Tepu =
tambor que sólo usan los chamanes.
Toimáyau =
las madres de los niños.
Tsakaimuka =
el que captura al venado.
Tsinuríta =
lugar cerca de Wirikúta donde también crece peyote. Tsinuríta es
el reflejo de Wirikúta.
Tsuwirí =
falso peyote.
Tutú =
flor.
Unáxu =
punta de un cerro quemado en Wirikúta, donde nació Tayaupá.
Wakirikítema =
la puerta de entrada a Wirikúta.
Wawatsári =
hermano mayor, el venado principal.
Wawemé =
árbol grande.
Wirikúta =
la tierra sagrada de los huicholes.
Xuturi
Iwiékame = la madre de los hijos.
Yé =
tabaco rústico o silvestre.
Yekwé-te =
bule de tabaco.
Yékwei =
bule sagrado.
14 voces por un real, de Homero
Adame, fue el libro ganador del “Premio 20 de Noviembre”, en narrativa – 2004. Fue
editado por la Mtra. Déborah Chenillo Alazraki y publicado por Verdehalago y
Secretaría de Cultura de San Luis Potosí. México, D. F. 2007.
El libro se puede conseguir en librerías de San Luis Potosí, en
el Centro Cultural de Real de Catorce y a través de este medio.
Nota: la foto superior fue tomada del muro de Real de Catorce Mágico, en Facebook.
Nota: la foto superior fue tomada del muro de Real de Catorce Mágico, en Facebook.
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