En el panteón de Matehuala hay dos mausoleos que, aparte de la iglesia, sobresalen por su tamaño y su estilo. Uno es la tumba de don Manuel Fernández, la cual fue construida a principios del siglo XX. El otro pertenece a la familia Castillo y no hay registro de una fecha exacta de cuándo se levantó, pero es del siglo antepasado, del XIX --explica Tomás Ferrándiz para esta publicación de Homero Adame. Esa tumba de la familia Castillo fue profanada. Por un lado podemos hablar de lo que es la historia, porque hay documentación de ese hecho, y también un poco de cómo es la leyenda:
En el año de 1892, el padre Pánfilo Castillo construyó e inauguró el santuario de Guadalupe, en Villa de Reyes y luego el señor Montes de Oca y Obregón lo trajo aquí a Matehuala con la intención de tumbar la parroquia original para construir lo que es ahora catedral. La última semana de noviembre de 1900, Montes de Oca y Obregón colocó la primera piedra y a partir de entonces el padre Pánfilo Castillo se dedicó a tumbar la iglesia. La ley lo metió a la cárcel, pero él se acogió a los derechos que tenía y salió libre. Terminó de tumbar la iglesia y la volvieron a construir. El padre Pánfilo siguió aquí en la región hasta 1928, año en que murió o lo mataron. Fue enterrado en el mausoleo de la familia Castillo porque sus ancestros estaban ahí sepultados.
Al
cabo de cinco años, según se publicó en el periódico El Nuevo Día, se
dice que la tumba fue violada para robarle las joyas y el Cristo de oro. Ese es
un tesoro que apareció en un hoyo del ala sur cuando se tumbó la iglesia. Hay
que saber que todas las iglesias tienen un tesoro; justo antes de colocar la
primera piedra se hace un hoyo y ahí los feligreses echan lo que quieren, joyas
u objetos de valor, y ya después se construye la iglesia. Ese es el tesoro de
toda iglesia.
Ya en
el campo de la leyenda, supuestamente el padre encontró ese tesoro cuando tumbó
la parroquia original y cuentan que al morir lo enterraron con el tesoro, todo
en el mismo féretro. A los pocos días corrió el rumor de que alguien profanó la
tumba para robarse el tesoro, lo cual fue cierto, según testimonios y lo
publicado en aquel periódico. Se le dio aviso a las autoridades y también a los
familiares del padre Castillo; éstos vinieron y se llevaron los restos en tren
a Villa de Reyes, donde lo sepultaron en la parroquia de allá. (Leyenda publicada por Homero Adame).
Jamás
se supo quién profanó esa tumba para robarse el tesoro en cuestión. El periódico
habló de joyas y del Cristo de oro, pero quién sabe si eso haya sido cierto. De
todas maneras, todo esto a la larga dio pie a esta leyenda.
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Nota: esta leyenda fue publicada en la plaquette “Leyendas
del Festival de Desierto” de Homero Adame, por la Secretaría de Cultura del
estado de San Luis Potosí, 2005.
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