FENÓMENOS FRENTE A LA “CASA DE LAS 100 PUERTAS”
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Anécdota de
Villa de Ramos, S.L.P.
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Lo que en Villa de Ramos, S.L.P. conocemos como “La
tronera” es la enorme chimenea de la mina, donde están los grandes estanques
que servían para lavar el mineral que se beneficiaba en la hacienda “La
Cocinera”. Ésta era muy grande y abarcaba los predios de la mina y todos los
paredones de los alrededores, pues era una casa tan grande que, a decir de
algunas personas, se le conocía como “La casa de las 100 puertas”.
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Les voy a contar una anécdota de cuando yo era
niña: en Villa de Ramos había un internado para los niños de los ranchos que
iban a la primaria y la secundaria en el pueblo. Muchos niños, incluyendo a mi
hermana y a mí, así como algunos primos, ingresamos a la misma escuela –ésta se
encuentra enfrente de unos paredones de lo que era la hacienda, o sea de la
supuesta “casa de las 100 puertas”, y sólo nos dividía la calle; lo que era el
frente de los dormitorios y el comedor daban al frente de esas paredes–. Cuando
oscurecía, esa calle siempre se veía muy sola, pues la gente no pasaba a esas
horas y mucho menos de noche, ya que les daba miedo. Todos preferían dar vuelta
por la otra calle.
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Después de un tiempo empezaron a suceder cosas
extrañas, como ruidos en la parte de atrás de los dormitorios donde se
encontraba una especie de bodega. También se escuchaban gemidos y llantos de
bebé. Los muchachos más grandes inspeccionaban el lugar con linternas, pero
nunca vieron nada. Eran dos dormitorios: el de niños y el de niñas; en cada uno
se quedaba una trabajadora social y una cocinera.
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Días más tarde comenzaron a caer lo que nosotros
creíamos que eran piedras; creíamos eso porque sonaba como si las piedras
cayeran al techo –los techos están o estaban en pico, es decir, tenían caída
como de dos aguas–. Cuando escuchábamos las piedras pegar en el techo, luego
las oíamos rodar hasta caer al suelo. Esto siempre ocurría cerca de la media
noche o un poco más tarde. Ahora bien, y por consecuencia, si en verdad
hubieran caído aquellas supuestas piedras al suelo, pues tendrían que estar
allí, en el suelo, afuera de los dormitorios, pero lo cierto es que nunca las
encontramos, y eso que todas las mañanas íbamos a investigar.
El colmo de todo fue una noche cuando a las niñas
más pequeñas les entró verdadero terror; lloraban y lloraban. Nosotras, que
éramos las grandes, queríamos hacernos las fuertes cuidando y calmando a las
pequeñas. El asunto llegó a tal magnitud que las maestras (como nosotros las
llamábamos a las trabajadoras sociales), hicieron espacio para que llevaran a
los pequeños al dormitorio con nosotros, pues el pánico ya se había apoderado
de todos. Imagínense cómo estábamos, unos tratando de calmar a tantos niños y
éstos asustadísimos, que las maestras decidieron mandar a los que éramos
de Ramos a nuestras casas, en plena madrugada, para ellas quedarse con los
niños de las rancherías. Una de las cocineras no aguantó y mejor se fue y las
maestras también querían irse, pero no podían porque eran de San Luis. Leyenda encontrada en un blog de Homero Adame.
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Esa noche a todos nos regañaron por haber
abandonado el lugar y los mayores nunca creyeron lo que pasó. Ni mi hermana, ni
mis primos ni yo jamás volvimos a ese lugar. Una maestra también se fue y las
cocineras nada más terminando sus labores se iban; era raro que se quedaran a
dormir desde aquella noche.
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Esa noche fue la última que pasamos nosotros allí y
todo lo que ocurrió lo achacamos la mina, pues de allá provenían todos los
acontecimientos raros que sucedían en Ramos, incluyendo las piedras que nunca
se encontraron.
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Esta anécdota
con tintes de leyenda la escribió Fabiola Rodríguez y la envió al blog
de Xpresandote. Ella es originaria de Villa de Ramos, S.L.P. y vive en
California, Estados Unidos.
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Puedes leer otra leyenda de una
casa similar en Tacoaleche, Zac, siguiendo este enlace:
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