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martes, 8 de junio de 2021

Leyendas de Antigua, Veracruz: La Llorona

La Llorona aquí la han visto no sólo en el río sino por cualquier calle. Donde la encuentre le chilla a uno porque ese es el dicho de las personas antiguas: dicen que cuando se oye cerca es porque va lejos y cuando la oye lejos es porque está cerca. Y nosotros la hemos escuchado. Yo la he escuchado cerquita ahí cerca de mi casa que está junto la capilla –la primera iglesia de América– (la ermita del Rosario) y mi suegra es la que me dice que supuestamente cuando la oye cerquita es porque está lejos, pero dice que se pierde adentro de la iglesia. (Leyenda recopilada por Homero Adame.)

Hay muchas leyendas de ella, pero aquí lo que más se dice es que perdió a sus hijos en una inundación. Y aquí se oye todas las noches, unos lo oyen por las calles, otros lo oyen por el río, y muchos dicen que sí se pierde su chillido adentro de la iglesia y es que la pobre nunca ha podido encontrar a sus hijos.


Versión contada por la Sra. Reina Zapata Quiroga

La imagen fue tomada del sitio de Internet lugaresturisticosdeveracruz.com. Que el enlace sirva de crédito a sus creadores.

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miércoles, 10 de octubre de 2018

Mitos y leyendas de Veracruz: El espíritu de la nauyaca


LA NAUYACA
(Leyenda de El Tajín, Veracruz)


Bueno, aquí también se habla de una gran serpiente que habitaba en la selva, entre las pirámides, en las milpas, en cualquier lugar despoblado y se dice que esa gran serpiente que es el espíritu de la nauyaca. La nauyaca en sí es una víbora muy peligrosa porque su mordedura causa la muerte inmediata, en menos de media hora. Entonces cuentan que en toda esta región que de repente aparece una víbora muy gruesa y larga que al hacer su silbido vibra el ambiente. Cuando ella sale es un presagio malo –dice Dimitrio García.
   [...] Bueno, es un presagio malo porque el silbido anuncia que puede venir una tormenta, que alguien se va morir, que algo malo va pasar, pues. Dicen que poquito antes de la crisis (de 1995), se oía el silbido de la nauyaca por todas partes y la gente luego luego se asustó. Todos esperaban algo malo, no sé, un asesinato como el de Colosio, una guerra de los zapatistas, y nada... que se viene esa crisis que ora sí nos desgració a todos. Ya ve, ya pasaron más de seis años y seguimos igual de fregados. Entonces como el presagio era de una cosa muy grave, los que saben luego dijeron que por eso se oían los silbidos de la nauyaca por todas partes. (Leyenda publicada en un blog de Homero Adame.)
   [...] No, yo no la oí, ni tampoco he visto la serpiente grande. Pero sí conozco las nauyacas, son feas como ellas solas, nomás de verlas uno se asusta más que con una cascabel o una culebrita porque sabemos que la mordedura de la nauyaca es mortal.

Notas:
1. La ilustración de una enorme serpiente fue tomada del blog Terra de somnis II. Que el enlace sirva de crédito y agradecimiento a su autor.
2. La foto de la nauyaca terciopelo (Bothrops asper) fue tomada de la página de Internet Naturaleza curiosa. Que el enlace sirva como crédito y agradecimiento a sus creadores.

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domingo, 4 de mayo de 2014

Mitos y leyendas de Veracruz: Los dominios del Diablo en el Parque de los Tecajetes



EL PARQUE DE LOS TECAJETES ES DOMINIO DEL DIABLO
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Leyenda de Xalapa, Veracruz
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Mire, aquí abajo está el parque de Los Tecajetes –muy bonito parque; vaya para que lo conozca, pero vaya antes de las seis porque a esa hora cierran–. Antes ahí fue primero la hortaliza, luego el zoológico, pero después se llevaron los animales a otro lado y se quedó muy solito, muy abandonado, hasta que hace poco lo arregló el gobierno y desde entonces es un parque muy bonito –explica doña Romana Rodríguez Landa, en su librería de viejo.
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Ese parque tiene su historia, sus leyendas, porque dicen que ahí se aparecía el Diablo. Aunque el lugar está ahora muy bonito, ya cuando oscurece si usted pasa por ahí siente un ambiente pesado, muy pesado, y es que esas cosas del mal siguen vigentes. Cuentan que antiguamente ahí lavaba una mujer muy humilde que, me imagino, era la compañera del cuidador. El señor se iba a las cosas de su trabajo y ella se ponía a lavar ropa ajena; entonces llegaba el Diablo y la perturbaba, según dicen. Pobre mujer, sufría mucho, porque eso del Diablo no es cosa de juego y dicen que hay personas que hasta se enferman o se mueren cuando tienen un encuentro con él.
Según dicen ahora, ya no se aparece el Diablo ahí, pero yo la verdad no estoy muy segura de eso porque, como le digo, el ambiente está pesadito ya nomás cayendo la tarde. ¡Uy, ni qué le cuento de lo que pasa en la noche! Cosas muy feas. Resulta que enfrente del parque hay unas discotecas y llegan muchos jóvenes a bailar y a divertirse. Entonces, los sábados y los domingos, cuando uno pasa por ahí tempranito, uno ve las jeringas tiradas; las jeringas que usan los drogadictos para inyectarse. Y eso no es todo: también hay preservativos tirados y cosas así.
Entonces, de acuerdo con mis conclusiones, ese lugar sigue siendo un punto de atracción del mal y de perdición; cosas que son del dominio del Diablo, pues.

Nota: la imagen fue tomada del sitio de Internet de Mexico desconocido. Que el enlace sirva de crédito a sus creadores.
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jueves, 19 de julio de 2012

Mitos y leyendas de la Huasteca: Leyenda de Jipak y de la fundación de Tancoco


LEYENDA DE JIPAK Y DE LA FUNDACIÓN DE TANCOCO

(Toponimia. Tancoco: de Tan, lugar y cucú, paloma = Lugar de las palomas)

Por el año de 1400 vinieron del norte tribus de olmecas, nahoas y toltecas. Estos últimos acamparon en un lugar que llamaron Cacateapam, que significa árbol de ciruelas moradas junto a un templo. Venían guiados por un anciano jefe de la tribu, a quien su Dios le dio una señal donde fundaría un pueblo importante; empezaron a construir sus chozas, las cuales fueron mejorando, y empedraron las calles (quedan vestigios).
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 Todos vivían como en un paraíso terrenal, tranquilo y feliz. Cada habitante de Cacateapam poseía una piedrita cuadrada como de quince centímetros de largo, seis centímetros de ancho y dos y medio centímetros de espesor (según datos recopilados). Esta piedrita mágica satisfacía en cualquier momento sus problemas de alimentación y de salud. Con sólo decir U-le-tin-jayul o ibach-yaulach, surgían como por encanto la alimentación que ellos deseaban o el remedio a sus males, si tenían alguna molestia. Entre ellos estaba Choquil-an-ap, Dios del trueno y de la lluvia.
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El tiempo trascurrió apacible y tranquilo en Cacateapam, hasta que un día otra tribu de mujeres que venía del norte acampó cerca, como a tres kilómetros, por el sureste, en un lugar denominado “La Laja”. Su jefe y guía traía consignas de su Dios para que en ese lugar fundaran una ciudad, que con el tiempo sería capital de un gran imperio, el más importante, según cuenta la leyenda. Esta tribu era bien organizada y empezó a construir viviendas y su templo con piedras y mampostería.
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Pero un sentimiento maléfico y destructor nació en algunos habitantes de Cacateapam, ese sentimiento que todos llamamos envidia y el Mam o jefe, los reunió y les llamó la atención, recriminando su mal comportamiento, diciéndoles que si no se corregían les vendrían grandes males.
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Y todo parecía haberse superado, pero una mujer, burlándose de ellos, hizo este comentario: In-ulal-ed-albel-ni-yeche-bichou, Ejtal-ni-amulil-neech-ca-ulich-jon-ti-cuajat-chi-yeche-teneclap, y al decir esto, la piedrita mágica que ellos llamaban Taj, desapareció de sus manos y se hizo pedazos.
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Al ver la hostilidad de que eran objeto, sus vecinos optaron por retirarse, abandonando todas sus construcciones, quedando solamente ruinas, peregrinaron hacia el sur para encontrar otra señal y fundar la ciudad prometida por su Dios. Pero antes de irse, el jefe o Yejchel-mam, les profirió una maldición y dijo: “Todas las mujeres de Cacateapam serán castigadas, se quedarán sin la protección del hombre, y todos los hombres que nazcan de aquí en adelante morirán”. Y así fue, porque algunos hombres empezaron a morir y los que nacían también.
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Todo se convirtió en tristeza y desolación, pero como tenían que sobrevivir, empezaron a cazar y pescar, sembraron granos, principalmente maíz y frijol.
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El tiempo iba transcurriendo, ya casi no había hombres y esto preocupaba grandemente a Inic-Mam, el gran jefe de la tribu, que se veía impotente para remediar la situación. Hacían ofrendas y rogaciones, pero no fueron escuchados, hasta que Inic-Mam tomó una decisión: cambiaría a su pueblo de lugar a dos kilómetros hacia el sur para ver si así cesaba la maldición de Yejchel-Mam. Abandonaron Cacateapam y se vinieron hacia el sur fundando otro pueblo, que llamaron Tan-cucú, por el gran número de mujeres que lo poblaron, creyendo que solamente así cesaría la maldición. Pero para su desgracia, no fue así, porque grande fue su sorpresa que cuando nació el primer niño, vieron llegar del sur a un ser horripilante volando, mitad hombre y mitad gavilán de la cintura para arriba, a quien llamaron Jipak, que al andar volando les habló y les dijo, “Yejchel-Mam me manda porque la maldición seguirá aunque se hayan cambiado de pueblo. Cada niño que nazca, al cumplir exactamente un año, tendrán que depositarlo como ofrenda en el lugar que abandonaron sus vecinos, en La Laja, en la piedra alta y cuadrada que se parece una cuna, para que ustedes vean cómo lo voy a devorar. Si no cumplen, les vendrán todos los males del mundo”. Al decir esto se fue volando.
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Al cumplir un año el primer niño que nació en Tan cucú, lo llevaron en procesión, llorando todos al mismo tiempo, a depositarlo en el lugar convenido y vieron como el horrible Jipak lo devoraba.
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Y así sucesivamente cada niño que nacía corría la misma suerte, los padres no podían hacer otra cosa que lamentarse, Inic-Mam, el jefe no sabía qué decisión tomar. Hasta que un día llegó un muchacho joven, sano y fuerte, que unos llamaron Uti y otros Shinguiri, que al darse cuenta del mal que padecían, les prometió que los ayudaría. Pero para esto, tendría que esperar hasta que naciera un bebé. Por fortuna nació un niño a quien llamaron Chacan-cuitol, su nacimiento fue todo un acontecimiento.
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Shinguiri les dijo que lo ayudaran a tejer una onda que llevaría cerdas de jabalí, pedazos de piel de todas las serpientes y cabellos de todos los animales que había en la sierra, y tenían que celebrarse ritos, velaciones y rogaciones en el templo; y además, tendría que curar la onda con ciertas hierbas para que no fallara, así lo hicieron.
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Al cumplir un año Chacan-cuitol, se fueron en procesión a depositarlo en el lugar de costumbre y Shinguiri les dio instrucciones de que se retiraran un poco más lejos. Y al depositarlo, inmediatamente apareció Jipak. En el momento en que se disponía a devorarlo, Shiguiri accionó su onda y de una certera pedrada en la cabeza derribó al Jipak.
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Al ver esto las mujeres se abalanzaron para verlo de cerca y rescatar a Chacan-cuitol. Con alegría desbordante regresaron trayendo a Shinguiri como héroe y trajeron al Jipak para exhibirlo. Durante varios días vinieron de otros pueblos a verlo, hasta que se desintegró y sus restos fueron enterrados en medio del templo.
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Pasó el tiempo y todo se fue normalizando y olvidando, ya Chacan-cuitol había crecido y era un hombre. Los padres de familia se lo disputaban para sus hijas, y todos los varones que nacían ya estaban comprometidos. De ahí nació la costumbre de que los matrimonios los arreglaban los padres, por lo tanto, se fomentó el machismo.
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Toda la gente se empezó a portar mal con quien les había hecho un gran favor. Shinguiri se sentía muy triste al ver la ingratitud. El único que lo quería mucho era a quien había salvado. Un día Shinguiri le aconsejó que contrajese matrimonio con una joven que, según él, poseía grandes virtudes y le dijo: “Cásate cuando antes porque el Dios Choquil-an-ap está muy enojado por el mal comportamiento de los habitantes de Tan cucú y va a castigar a todos. Va a llover muchos días y muchas noches. Construye una caja de madera grande, donde puedas reunir muchas provisiones y una pareja de animales de cada especie, invita a quien quiera escucharte”.
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Pero todos se reían de él cuando les comunicaba lo que Shinguiri le había confiado. Al ver que nadie lo tomaba en cuenta, empezó a construir la caja grande. Poco a poco fue juntando los animalitos. En esos días Shinguiri desapareció y empezó a llover de día y de noche. Al ver que el agua iba subiendo, Cuitol y su esposa subieron a la caja, viendo con desesperación cómo se inundaba todo el pueblo y algunos le gritaban que los salvara, pero él ya no podía hacer nada por ellos.
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El agua fue subiendo hasta rozar el cielo, entonces un conejo travieso, al asomarse y ver tan cerca el cielo, brincó y al querer regresar ya no pudo, y se quedó sentado en la luna esperando que lo rescaten.
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El agua poco a poco fue bajando hasta que llegaron a tierra firme. Cuitol dio órdenes de que nadie bajara ni saliera de la caja y todos obedecieron. Al tercer día mandó al zopilote a explorar y que buscara en donde había quedado Tancu cú. El zopilote salió y buscó el lugar, sólo encontró desechos, y a pesar de que habían recomendado no tocar ni comer nada, no soportó la tentación y se hartó, pero ya no pudo regresar.
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Así, poco a poco fueron mandando distintos animales para que llevaran el mensaje. Pero unos por una causa y otros por otra, no regresaron. Hasta que mandaron a la chuparrosa y le dijeron: “Vete a ver lo que pasa, pero tú no hagas lo que han hecho los demás, por favor regresa y tráeme el mensaje”.
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La chuparrosa se fue y vio todo lo que pasaba, y aunque le insistieron, no quiso defraudar la confianza que habían depositado en ella y regresó. Dio toda la información y Dios dijo que la chuparrosa sería en adelante, un animal sagrado.
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Cuitol y su esposa regresaron y empezó una nueva generación a poblar Tancu cú. Todos se portaban muy bien vivían felices y tranquilos, hasta que otra mujer, a quien llamaban Dac-cham-usum, vino a romper la tranquilidad, porque ella sabía el arte de la hechicería y enseñó a algunos sus malas artes.
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Entonces otro de los Dioses, llamado Kamal, se enojó mucho y les dijo: “Neech-ka-chikan-ankailal”, y al decir esto, alrededor de Tan cucú empezó a arder y las llamas iban devorando y cercando el poblado. Entonces todos pedían a Dios que los perdonara, y al ver este cuadro desolador, la Virgen de Guadalupe también le pidió a Dios que los perdonara, y empezó a llorar tanto que sus lágrimas iban formando una bellísima cascada que fue apagando el fuego poco a poco.
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Cuenta la leyenda que el día que la gente se vuelva a portar mal, esa bellísima cascada se va a secar y todos morirán devorados por las llamas.
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Por lo pronto, en el cerro más alto de la sierra de Otontepec, que se divisa antes de llegar a Tancoco, se ve la imagen de la Virgen de Guadalupe, y a su lado una bellísima cascada llamada y conocida por todos como “cascada de la Virgen de Guadalupe”.
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Trabajo ganador del primer lugar en el concurso literario sobre leyendas de Veracruz, que convocó el Departamento de Investigaciones Estéticas y Difusión Cultural de la D.G.E.P.
Trascrito en forma total de su original con autorización de la Profra. Blanca Estela de la Cruz Sarmiento, hija de la autora, como un homenaje a su señora madre, la Profra. Malaquías Sarmiento Martínez.
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Esta leyenda fue publicada en el libro “Cuextécatl volvió a la vida”, de José Reyes Nolasco y se publica en este blog con autorización de la autora y del recopilador.




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sábado, 5 de mayo de 2012

Mitos y leyendas de la Huasteca: Huehueyac Xonkaalli


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HUEHUEYAC XONKAALLI
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El de larga o grande cabellera

Existió alguna vez allá por el año 1200 un horrendo hombre de larga cabellera, ojos destellantes y hocico como de fiera, que por su pelo se confundía con las mujeres de Xonkatlan (lugar de cabelleras o de greñas sueltas), una aldea huasteca, gobernada por una mujer llamada Tezitlal (estrella de piedra) en inmediaciones de la sierra de Kotontepetl (cerros partidos o separados). Pueblo dominado en ese entonces por el reinado de Tomiyahuatl, después de la caída del imperio huasteco chichimeca de Cuextlán.
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Este sanguinario hombre que sobrevivió al exterminio total de varones, realizado por las satanizadas guerreras huastecas de raza negra, provenientes del imperio de Tam yam ija (entonces mucha agua) hoy Majaguales o Tamiahua la Vieja.
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Huehueyac Xonkaalli habitaba en la espesa selva a salto de mata escondiéndose para no ser descubierto. Aquel hombre juró vengar a los extintos varones de Xonkatlan y aldeas vecinas, que fueron salvajemente castrados, flechados, desollados y devorados por estas sádicas mujeres.
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Este hombre se valía de algún poder mágico para entrar al pueblo sin ser visto y robarse a una mujer cada tres días. Las llevaba a una cueva de la serranía, donde por medio de amarras las atacaba sexualmente hasta saciarse, para después cortarles los senos y matarlas. Y como burla o ejemplo de poder, ya muertas las llevaba a cambiar por otra mujer viva. Acto que tuvo indignadas por mucho tiempo a las salvajes guerreras, que por muchas trampas que le pusieron no lo podían descubrir. Temerosas pensaban también que era un ser divino con el que no podrían jamás.
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Para fortuna para ellas, una madrugada lluviosa, cuando Huehueyac se llevaba a otra guerrera en brazos, cayó un estruendoso rayo y despertó a todas las mujeres de la aldea y a la que llevaba en brazos también. Ésta despierta lo aprisionaba con sus férreas manos para dar tiempo a que las demás aldeanas lo tomaran preso.
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Bajo la lluvia en un rito con danzas y grandes hogueras, le arrancaron los ojos, las uñas de pies y manos, lo castraron, lo flecharon, lo desollaron y lo devoraron.
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Para así terminar con el mito de Huehueyac Xonkaalli y vivir tranquilas para siempre, empezando a rendir tributo al Dios “Tlapetlantli” (Trueno o rayo), hasta la muerte de Tomiyahuatl en Tenayucan capital de la huasteca en aquel entonces.
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Aunque en ocasiones cuando hay tempestad, gentes de algunas comunidades de la sierra han visto en aparición a este horrible hombre cargando a una mujer ensangrentada, causando gran espanto a las gentes que logran verlo. Y lo apodan “tekuani temiktiloni” (bestia asesina).
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Leyenda publicada en el libro Cuextecatl volvió a la vida, de José Reyes Nolasco, y enviada por su autor para publicación en este blog.

domingo, 4 de marzo de 2012

Mitos y leyendas de la Huasteca: La sirena de Tamiahua

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LA SIRENA DE TAMIAHUA (la ninfa de la Huasteca)
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Leyenda de Tamiahua, Veracruz
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Ésta es la historia de Irene, hija del finado Abundio Saavedra Rosas y de Demasía González Corona, quien vivía con su madre en un pintoresco pueblecito huasteco llamado Rancho Nuevo, entre Tampache y la hacienda de San Sebastián, en el municipio de Tamiahua en el estado de Veracruz. Irene era una joven hermosa de tez morena, ojos aceitunados y larga cabellera negra. Madre e hija eran muy creyentes y devotas de la fe católica, que seguían al pie de la letra, así como de todos los usos y costumbres de la misma.
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Un día Jueves Santo, allá por los años de 1900 -1920, en plena Semana Santa –que eran días de vigilia o de guardar Irene– había ido a traer leña por el rumbo de Paso de Piedras (leñar es un acto prohibido en estos días). Regresó donde su madre y le dijo: “Ma, yo ando muy sucia y polvienta, que me dan ganas de echarme un baño”. Su madre le contestó: “No, hija, te condenarías. En estos días no debemos agarrar agua, mucho menos bañarnos”. Pero Irene le contestó: “Ay, ma, Dios me perdone pero yo aunque sea me voy a lavar la cara”. Tomó un guacal con dos hojas de jaboncillo y se fue rumbo al pozo a lavarse la cara.
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De pronto, su madre escucho unos gritos de angustia. Era Irene quien gritaba: “¡Ma, ma, ayúdame! ¡Ma, ma, ayúdame!”. Luego, sus gritos se convirtieron en un triste cántico como de lamento.
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Allí junto al pozo se levantó una gigantesca ola e Irene empezó a convertirse en otro ser, su boca como de pez, sus ojos más grandes, su negra cabellera y su piel se tiñeron como de rojo. Y lo más cruel fue que sus piernas desaparecieron, formándose debajo de la cintura una cola de pez, babosa y con escamas. La ola arrastró su cuerpo por el río rumbo al mar. Los lugareños la siguieron en pequeñas lanchas hasta la laguna. Cuando estaban a punto de alcanzarla, se apareció un extraño barco viejo, destrozado y feo. De pronto, Irene saltó hacia él, mientras esbozaba una sonrisa burlona y cantaba de forma macabra “Peten ak, peten ak” (giren, giren o circulen, en huasteco; hoy en día se dice petenera) para reunir en derredor de ella a toda la especie marina. Y así desapareció de la vista de todos.
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Desde aquel entonces, su vieja y cansada madre cada Jueves Santo iba hasta la playa con la ilusión de volver a ver a su hija Irene. Sólo cuentan los pescadores que cuando oyen sus fúnebres cantos, se alejan del lugar porque aquel que la vea sufre desgracias, ya que Irene la sirena se convierte en una rubia y hermosa mujer de dulce vos y prominentes pechos. Se dice que algunos pescadores han muerto cuando la han visto, porque al acercarse miran un ser espectral y horroroso que dicen que les voltea las lanchas y embravece las olas hasta matarlos.
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Versión popular publicada en el libro Cuextecatl volvió a la vida, de José Reyes Nolasco, y enviada por el autor para publicarse en este blog.