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“MIQUEN-XANTOLO”
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(Todos muertos todos
santos)
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Amén de estar aquí,
dejando pasar las horas, las negras nubes amenazan con desplomarse, pronto va a
llover, las bancas del parque a la bandera, van quedando vacías, hoy viernes
grande, viernes último del mes de octubre, allá donde las risas infantiles me
confunden de niño y veo el rostro de mi padre muerto, que pronto estará conmigo
compartiendo estos días de fiesta y dolor, pero es viernes grande, tianguis o
plaza de la curva como se le quiera llamar, todos se preparan, compran lo
esencial para recibir a sus difuntos; huacales, canastos, comales, copal,
copaleros, candelabros, velas, alimentos varios. Los vendedores ambulantes
pregonan sus ofertas, todo es agitación, movimiento, es calor humano
compartido, el aroma a copal penetra, en mi cuerpo, penetra en mis recuerdos,
liberando con ello mi redimido espíritu, el copalero es elevado con la gracia y
tranquilidad que solo mi madre puede poseer, esparciendo generosamente el
sahumerio, el incienso de dios, agradable sensación, misteriosa y profunda. Los
cohetes afirman que ya es la entrada de los fieles difuntos, sí claro que son
fieles ¿qué muerto nos podría engañar? Sólo el muerto de hambre como yo, o el
muerto de miedo como tú, tú mismo miedo es lo que impide tener valor para vencer
a la muerte en el nombre de Cristo Jesús. La flor despicada, esparcida sobre el
camino o vereda, señala el rumbo que en vida tantas veces recorrió el difunto o
difuntos, que llevan años entre sombras o gloria de salvación según el tipo de
vida en que se preparo el difunto antes de su partida. El son de los viejos
llega a los oídos de los mismos viejos, los jóvenes contemplan, los niños ríen,
los monarcas hacen rueda y bailan, conversan, traen a un negrito que recita
versos picarescamente, acompañado de un “tlaquechanequetl” (hombre vestido de
mujer) que representa a la Malinche, el negrito con un machete y una máscara
que se levanta cada vez que dice un verso para que se escuche mejor, y dice
así:
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Aman kena lamatzin, Aman kena huehuetzin, Pobres de nuestros
nietos, La vida empezando para ellos
Y el mundo se va a acabar, La vida es alegría tan bella, La
hermosa naturaleza
Es su hermana, su aliada esencia, La naturaleza genera
energía, árboles, flores, hijos,
La vida los alimenta, Aman kena lamatzin, Aman kena
huehuetzin.
“Ahora si viejita, ahora si viejito”
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Danzan, caminan cansadamente, pausados, encorvados, en
sentido contrario, conversan en su lengua madre, en la lengua náhuatl o mexica;
la Malinche y los demás monarcas danzantes bailan en los costados dando unos
pasos rústicos y a la vez cómicos, con vestimentas chuscas, con corona como si
fuesen reyes, sólo que el resplandor no lo provoca el oro sino los espejos que
en ella portan, también usan una capa como la usaban los nobles durante la
conquista, también se cuelgan listones de colores, típicos a los reyes
huastecos, cargan un morral lleno de corcho latas y lo suenan al danzar
simulando tener mucho dinero, también llevan un cetro de cartón y madera en una
mano y en la otra una sonaja para acompañar rítmicamente a la jarana y al
violín que ejecutan los “tlozozonquemen” (músicos). Esta danza es un rito por
eso se les pide a los presentes no aplaudir, ya que son días de luto y dolor,
para los vivos y de fiesta para los difuntos. La música continúa, los monarcas
siguen danzando y se contonean, dan la vuelta y miran las tumbas del panteón,
frente a las tumbas está un arco de zempoalxochitl, olivo, alimonaría y mano de
león, este arco simula el paso o la puerta que limita la vida y la muerte, que
al llegar los difuntos y al atravesarlo se encuentran con nosotros los vivos
por el bautismo. En el arco se cuelgan naranjas, plátanos, manzanas,
mandarinas, uvas, cacahuates y pan de mono, en la parte baja, sobre hojas verdes
de plátano, se colocan, tamales de pipían, de fríjol, de carnita de pollo o de
puerco, atole de máiz de masa y chocolate, que según era lo que el difunto
prefería. Los difuntos nos visitan, están con nosotros, desayunan, comen, cenan
y se van, pero aunque se marchen regresaran, los cohetes truenan por doquier
con angustia desmedida, hasta cuándo volverá mi padre, hasta cuándo volverá mi
abuelito, hasta cuando mis difuntos amigos, no lo sé, simplemente esperare un
largo año para tenerlos aquí, lo más extraño es que solo en estos días nos
podemos acordar de ellos, porque el resto del año sólo son muertos y nada más..
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Texto escrito por José Reyes Nolasco, de Cerro Azul, Veracruz
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Y enviado para su publicación en este blog en octubre de
2011
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