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UN SOMBRERO EN EL
PANTEÓN
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Sucedido en
Concepción del Oro, Zacatecas
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Una noche negra como pocas veces (la luna andaba seguramente
de vacaciones), estaban reunidos varios amigos en un lugar muy cerca del
panteón de Concepción del Oro; para ser exactos, en el arroyo. Aburridos de la
misma rutina, uno de ellos dijo: “Hagamos algo diferente, algo que no hayamos
hecho; ¿qué les parece si en punto de las doce, nos metemos al panteón?”.
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“Escuchen bien las instrucciones: uno de nosotros llevará un
sombrero, lo dejará en la última tumba, saldrá de allí, vendrá hasta nosotros y
el segundo irá por el sombrero y lo traerá aquí, se lo entregará al siguiente y
así sucesivamente… ¿Entendieron?”.
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“¡Sí, sí entendimos!”, todos contestaron.
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Y así empezó el juego, sin ninguna novedad. Pasaron los
minutos y se hicieron horas. Ya habían pasado fácilmente unas cinco personas,
algunos con miedo, algunos más valientes, pero sin ningunas complicaciones;
solamente el crujir del viento hacía que el que se adentraba y pisaba algunas
tumbas se le ponía la piel “chinita” “chinita”. Las piedras resbalaban
frecuentemente hacia algunas tumbas descuidadas, y por supuesto abiertas. Algunos
tenían que hacer malabares para no caer adentro y lastimarse…
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Cuando al sexto compañero le tocó el turno de ir a dejar el
sombrero, no quería ir; empezó a temblar y a temblar, pero ante la insistencia
de los amigos, tuvo que entrar al camposanto. Con todo el miedo que tenía,
empezó a avanzar lentamente… pero su corazón latía con rapidez. En eso cayó a
una tumba deteriorada, su cuerpo lleno de pánico se deslizó por la fosa –serían
algunos cuatro metros–, hasta que pisó, o más bien, tocó fondo.
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Él, todo asustado, quiso salir. De hecho, empezó a gritar
desesperado, pero nadie lo oyó, sólo algunas lechuzas se abalanzaron y se
quedaron esperando tan apetitosa comida. De pronto, intentó de nuevo salir,
pero sintió que “alguien” lo detenía de la pierna derecha; no pudo zafarse y
ahí se quedó…
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Mientras tanto, sus compañeros empezaron a desesperarse,
pues ya había transcurrido el tiempo necesario. Uno de ellos dijo: “Nada que
viene y ya son cerca de las seis de la mañana, ¡es mejor ir por él!”.
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Partieron todos a buscarlo, las lechuzas espantadas y
enojadas al mismo tiempo, emprendieron su vuelo. Los amigos vieron el sombrero
a un lado de la tumba. Momentos después uno de ellos gritó: “¡Aquí está! ¡Aquí
está!”.
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Se asomaron todos a la tumba… Vieron a su compañero con los
brazos cubriéndose la cabeza, como queriendo salir, y también notaron que una
rama o raíz le enredaba la pierna…
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(Seguramente por el susto, el compañero había pensado: “¡Es
la mano de un muerto! ¡Es la mano de un muerto!”.)
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Así me lo contó mi padre… y así que quede escrito...
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Tomás Magallanes Rodríguez
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Notas:
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1. Esta historia la envió Tomás Magallanes al blog de Xpresandote.com como comentario (No. 133) al post Concepción del Oro, Zacatecas – sucursal bis.
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2. Las dos fotografías son cortesía del FaceBook de Zoylaystorya de Concha. (La primera foto lleva un arreglo en Photoshop de Homero Adame).
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