
Son tres las cuevas que a lo largo de los años han sido parte fundamental de la Fiesta de la Cueva, o fiesta de San Ignacio: la cueva encantada, la cueva de Los Picachos y la cueva nueva. En la cueva encantada (donde, por cierto, existen unas pinturas franciscanas sin fecha) se realizaba originalmente esta singular celebración, pero como quedaba muy lejos, fue reemplazada por la cueva de Los Picachos. Ésta ha caído en desuso también, pero sigue siendo visitada por los peregrinos. En la actualidad, la misa a San Ignacio se celebra en la cueva nueva, al medio día. Ahí existe un altar y es tan espaciosa que caben muchísimas personas.
Son tantos los peregrinos y curiosos que en los últimos años resultó necesario organizar el camino. El ascenso a la cueva ya no es directo como antes, ahora se tiene que rodear por el paso de "Las Comadres" y luego bajar a la cueva para finalmente descender por el sendero convencional. En ciertos puntos, incluso, hay escaleras para que la bajada sea menos peligrosa. Aparte de los peregrinos a pie, existe un grupo de personas que sube a caballo. Ellos son algo así como una cofradía y se auto denominan "Los templarios". Algo muy relevante es el hecho de que aquí no haya matachines, como sucede en muchas otras fiestas, pero esto no le resta méritos, ni color, ni ambiente.

A mitad de camino encontramos la cueva nueva. Ésta no es natural porque fue hecha por los cantereros, quienes de aquí extrajeron muchísima cantera verde que hoy en día engalana innumerables fachadas guanajuatenses. Un poco más arriba hay que tomar la desviación y ascender hasta el paso de "Las Comadres", que es en sí el punto más alto a visitar en este recorrido.
Son varias las tradiciones que siguen vigentes durante esta procesión. Una de ellas señala que los peregrinos deben primero detenerse en la cueva nueva (donde se oficia la misa), luego subir para visitar los picachos de "Las Comadres" y después continuar a la cueva de Los Picachos. Otra tradición, y quizá la primigenia, es venir en peregrinación con el afán de pedir la lluvia a los dioses, las deidades o a San Ignacio y, en efecto, después de las seis de la tarde normalmente cae una tormenta. Como todo mundo lo sabe, para esas horas ya han bajado del cerro y los que no, pues tendrán que buscar refugio en alguna de las cuevas o en cualquier abrigo rocoso por ahí, que son muchos, por cierto.
La Fiesta de La Cueva es en sí una fusión de creencias y tradiciones tanto autóctonas como religiosas traídas durante la conquista. Para comenzar, tenemos el culto a las deidades de la lluvia, muy propio de las sociedades agrícolas de la antigüedad. Luego encontramos el culto a las cuevas con todos los mitos que esto implica. Finalmente, observamos el aspecto religioso moderno, con San Ignacio de Loyola como estandarte, quien fue, por cierto, el patrón legítimo de la ciudad al ser introducido por los primeros mineros (en la actualidad, Guanajuato tiene también como patrona a la Virgen de Guanajuato). Ahora bien, si estudiamos más a fondo la vida e historia de San Ignacio, encontramos un elemento muy interesante en el hecho de que él pasó mucho tiempo en la cueva de Manresa, en España; cueva donde existían pinturas "diabólicas" (¡rupestres!) y era sitio ritual de los hechiceros locales. Este dato es interesante porque en Guanajuato existe o existió algo similar en las dos cuevas viejas (¡con pinturas rupestres también!), donde algunos brujos se reunían para celebrar sus aquelarres con danzas, cánticos y ritos al fuego.


Cómo llegar:
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