LOS HUICHOLES (2da parte)
—En
las anécdotas de ustedes, ¿hay algunos peregrinos que no han cruzado esas
puertas?
—Es
muy peligroso y ahí se puede fracasar. Unos han regresado sin ver a Wawatsári.
—¿Cómo
sucede este fracaso?
—Accidentes,
cosas malas, Wawatsári se esconde.
—¿Qué
piensan los demás huicholes de los que fracasaron?
—Un
hermano no juzga. No hay sentimientos de nada. Uno toma las cosas como son;
sabe que luego volverá a intentar.
—¿Qué
hacen después de cruzar el lugar donde las nubes chocan, hay algunas ceremonias
antes de entrar en Wirikúta?
—Nadie
puede entrar a Wirikúta ni puede cazar a híkuri-venado sin estar
limpio de todo. Primero hacemos la confesión y luego la purificación. Los
cazadores (peyoteros) deben contar a todos sus aventuras con otras personas,
desde que ya son mayores hasta el presente. Todos dan los nombres de las
personas con quienes se han aparejado (tenido relaciones), y no importa que los
esposos o esposas estén presentes. A los más viejos se les permite acortar los
relatos porque si no se hace muy larga la cosa. Y a los chamacos no se les
pregunta. Bueno, sí se les pregunta, pero no tienen nada que contar todavía.
—¿Y
no se enojan los cónyuges si saben que su mujer o su esposo ha tenido
relaciones con otros hombres o mujeres?
—Uno
se encela, pero es parte de la purificación. Ahí tenemos que olvidarnos de
resentimientos, corajes, celos, envidias. Si alguien no queda limpio de eso, su
paso en el país del peyote será muy malo. Pero un huichol nunca se arrepiente,
nomás acepta las cosas como son.
—¿Cómo
se hace la ceremonia de confesión?
—Maraakáme
primero prende el fuego sagrado y todos se sientan en círculo, cerca del fuego.
Luego todos los viajeros cuentan sus historias, sin olvidar nada. Maraakáme
tiene en sus manos una soga y su muviéri (penacho de chamán); a sus pies
tiene a Kauyúmari (el espíritu auxiliador del venado, representado con
dos cornamentas) y el takwátsi. Entonces Maraakáme escucha las
historias de cada huichol y hace un nudo en la cuerda por cada uno de nosotros.
El primero que cuenta sus aventuras es el Tayaupá (representante del sol
en la peregrinación) y luego los demás, de acuerdo a su jerarquía.
—¿Por
qué hacen este rito de confesión?
—Es
que el viaje a Wirikúta es muy arduo, y uno tiene que ir limpio de su
pasado y de su carga sexual.
—¿Y
cómo es la purificación?
—En
la purificación todos los peregrinos ponen primero una mano en el fuego y luego
la otra. Los más valientes brincan sobre las llamas. Las mujeres se alzan las
enaguas para que el humo suba por entre sus piernas y se meta en ellas, para
que queden limpias por dentro también.
—¿Nunca
se queman?
—Nadie
tiene por qué quemarse, pero si alguien no hizo su confesión correctamente, sí
se quema y eso lo limpia.
—¿Qué
hacen después de eso?
—Maraakáme
es el transformador, él que hace y deshace. Él enrolla la soga, ya llena de
nudos, y la echa al fuego para que se convierta en cenizas.
—¿Cuáles
son las peores ofensas entre ustedes?
—No
tenemos castigos nosotros para nadie porque la confesión y la purificación en
el fuego sagrado limpian los pecados. Pero cuando alguien se apareja con sus
hijos o sus padres (incesto), o con los «españoles», los corremos de nuestro
pueblo y su verdadero castigo será después de la muerte porque nuestros
antepasados no olvidan.
—Dime,
Camilo, ¿por qué mezclarse con los «españoles» es tan malo?
—Los
«españoles» siempre han sido crueles con nosotros. Como ya te dije...
El resto del relato y el libro está disponible en Amazon para versión impresa y para electrónica en Kindle.
1ra edición: Verdehalago y Secretaría de Cultura de SLP. 2007.
2da edición: San Miguel de
Allende, Gto. 2024
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