La mujer convertida
en árbol
Leyenda de Ciudad del Maíz, SLP
Recreada por Homero Adame
Una vez fuimos
a conocer la Colonia Italiana; andábamos recorriendo panteones porque eran días
de Muertos y nos sorprendió que en el de allí no hubiera ambiente festivo ni flores
de cempasúchil o vendedores ambulantes. La comunidad es muy chica, como lo es el cementerio y vimos que en muy pocas tumbas había decoraciones,
pero en las de apellidos italianos, no.
Más tarde entramos en un tendajo a comprar refrescos y algo para el camino y platicando con la gente nos contaron que cerca de El Encinal existe un árbol en forma de mujer, un árbol que, según decía la gente mayor, no existía, nadie lo sembró, simplemente apareció un día para sorpresa de quienes lo vieron en un lugar donde antes no había nada parecido. Todo sucedió hace muchísimos años cuando los italianos vivían en esa región todavía. Cabe mencionar que esos italianos llegaron de Trento, Piamonte o Véneto hacia 1881 y se instalaron en la Colonia Díez Gutiérrez −mejor conocida como Colonia Italiana porque fueron 109 familias que llegaron, pero sólo quedaron diez para 1883 y poco a poco se fueron yendo hasta que no quedó ninguna ni descendientes siquiera, salvo en el panteón. Homero Adame
Cuentan que
uno de ellos se fue a Ciudad Valles a buscar trabajo y le prometió a su mujer regresar
a los pocos días y, si conseguía trabajo, vendría por ella y los hijos para hacer su vida juntos. Pasaron las semanas, pasaron los meses y el hombre nada que regresaba
y tampoco enviaba recados y menos dinero para la familia que había dejado en la
Colonia Italiana. La gente empezó a decir que seguramente se había huido con
otra mujer que había conocido allá en la Huasteca, que ya no quiso regresar a
la Colonia Italiana porque allí no había futuro y cosas así. Obviamente esos chismes llegaron a oídos de la
afligida mujer que no quería creer que su esposo la haya dejado por otra y
mucho menos que haya abandonado a sus hijos, pero la duda siempre está y así la
mujer le fue dando vueltas y vueltas en su cabeza hasta que empezó a salir a
caminar al monte pidiendo a dios que trajera a su marido de regreso o que
alguien le diera razón de él. Conforme pasaba el tiempo y el hombre no aparecía
y no había señas de él, la mujer fue perdiendo la esperanza y, con el tiempo,
la razón.
Una vez iba
caminando al atardecer por el viejo camino de herradura cuando empezó a renegar
de dios por ser tan injusto y entre sus reniegos se detuvo, levantó la vista y
los brazos al cielo y dijo que de allí no se movería hasta que dios le
cumpliera su deseo; dijo que, aunque le salieran raíces de los pies, no se
movería. Y no se movió.
Aunque era un atardecer despejado, sin nubes, sin nada que indicara una tormenta, mientras la mujer imploraba y maldecía con los brazos y mirada al cielo, el cielo se iluminó y cayó un rayo justo donde estaba ella parada. No se sabe si le cayó el rayo a ella, pero lo cierto, según la leyenda, es que en vez de matarla o calcinarla quedó convertida en árbol. Como no la volvieron a ver y los hijos quedaron en el abandono, la gente dijo que se había ido a buscar al marido ausente y que murió o se perdió.
Desde
entonces empezó a crecer ese árbol que siempre parece estar seco, con su tronco
como si fuera cuerpo de mujer y sus ramas como si fueran los brazos extendidos
hacia el cielo. Pero en primavera reverdece y florece y eso se interpreta como
la esperanza de que algún día el árbol deje de ser eso y vuelva a convertirse
en una mujer que fue castigada por renegar de dios y, al levantársele el castigo, pueda encontrar descanso. Eso será cuando llegue a sus oídos (o a sus hojas) algún
mensaje del marido ausente, un mensaje aunque sea de ultratumba.
Nota: foto cortesía de Vianney Rivera Segura