El FESTIVO
PANTEÓN DE HOCTÚN, YUCATÁN
Como es bien sabido por todos, estas fechas de noviembre antiguamente
eran días de guardar, y en la actualidad son fechas de festividad. Todos los
panteones del país se inundan de color, algarabía y vida para celebrar a la
muerte. Son pocos los días que este abigarramiento perdura en dichos
camposantos, una semana a lo mucho; el resto del año permanecen como sitios
lúgubres y silenciosos que sólo ven interrumpida su tranquilidad cuando un cortejo
fúnebre trae, a paso lastimero, a un nuevo morador.
De este clásico esquema para los panteones de México, quizás existan
aisladas excepciones, donde el movimiento y ajetreo es más constante, no por la
frecuente llegada de nuevos inquilinos, sino por otro tipo de causas. Como
mejor ejemplo tenemos el cementerio de Hoctún, el cual luce una eterna
festividad. (Artículo de Homero Adame.)
Hoctún es un pequeño poblado que se encuentra entre Mérida y Chichén
Itzá, justo en donde la carretera se desvía hacia la pintoresca Izamal. Es casi
un pueblo de carretera, es decir, que se mantiene vivo gracias al tráfico
pertinaz, el cual, en cierta medida, aporta algo a la economía local.
No obstante, Hoctún posee un atractivo sin comparación en todo el
territorio nacional e, incluso, en el mundo entero. Una tradición única, que
bien vale la pena conocer.
Cuando en cualquier fecha del año vamos manejando esa carretera –rumbo a las pirámides o a Izamal– al lado derecho del camino percibimos el
pequeño cementerio de Hoctún. Si nos detenemos por curiosidad, la primera
sorpresa será encontrar a unos músicos, con tambora y trombón, esperando al
cliente ocasional para deleitarlo y entretenerlo con sus desafinadas melodías.
La segunda sorpresa será la presencia de cuatro o cinco ancianos que, sentados
en sillas o hasta mecedoras bajo alguna sombra de las criptas, esperan recibir
una limosna.
En este momento inevitablemente surge la pregunta: ¿por qué esta gente
se encuentra ahí? La evidente respuesta es porque se trata de un lugar
turístico. ¿Cuál es su atractivo? Su atractivo es la tercera sorpresa, que le
da ese toque original y extraordinario.
Aunque este cementerio es relativamente pequeño (la población de Hoctún
no rebasa los mil habitantes), la mayoría de sus tumbas –ahí llamadas mausoleos– están decoradas de una manera por demás
singular. Así podemos apreciar construcciones en miniatura tan disímbolas y
extraordinarias como pirámides tipo el Castillo de Chichén Itzá, jacales estilo
caribeño, torres de iglesias, imágenes de la virgen de Guadalupe, una mal hecha
torre Latinoamericana y hasta un Partenón griego, entre otros.
Ahora bien, ¿por qué esos motivos? Bueno, según la costumbre muy local
(acaso sin par en el mundo entero), la tumba o mausoleo llevará representado el
último lugar que el difunto visitó en vida. Es por ello que en ese panteón se
observan pirámides, iglesias, jacales, edificios de la Ciudad de México, etc.
Ah, y el Partenón griego es de un lugareño que falleció en Grecia.
Esta
incomparable tradición hace, por consiguiente, que el cementerio de Hoctún sea
muy concurrido por infinidad de turistas extranjeros y no pocos mexicanos.
Cualquier día del año es festivo para dicho lugar. En lo personal no sé cómo se
pone el ambiente durante un Día de Muertos, pero puedo imaginarme que la
romería se incrementa por mucho.
Así que ya sabe, si un día anda de visita por tierras yucatecas, no olvide
detenerse en ese poblado para conocer una de las costumbres funerarias quizás
más curiosas de nuestro México.
Notas:
1. Este texto de
Homero Adame fue publicado originalmente en la revista México desconocido en 2003.
2. Las imágenes que
acompañan el texto fueron tomadas de Internet. Que el enlace sirva de crédito a
sus autores: Panteón de Hoctún y Torre en color rojo-ladrillo y blanco