Juegos que ya poco vemos:
LOS ACERTIJOS
Texto y fotografías:
Homero Adame
¿Cuándo fue la última
vez que tuviste en tus manos uno de esos juegos artesanales de alambre que son
difíciles de resolver? Muchos lectores jóvenes tal vez ni los han visto, pero
los que pasan de los 35 años de edad seguramente los recuerdan. En Pátzcuaro
nos tocó conocer a Rogelio Acuña, un hombre que desde hace más de una década se
ha dedicado a elaborar y vender los “acertijos”, “rompecabezas” o “laberintos”,
como él los llama. Según nos comenta, quedan pocas personas que viven de este
tipo de juego artesanal y sólo sabe de otros colegas artesanos en Tlaquepaque,
en el Distrito Federal, en Veracruz y en Chihuahua.
Don Rogelio tiene a
la mano el material necesario para elaborar los acertijos: alambre y pinzas,
además de algunos elementos decorativos que añade en ciertos juegos, como las
canicas. En su pequeño puesto en el Portal Guerrero, frente a la plaza Vasco de
Quiroga, vemos tres líneas de acertijos, en una están los que cuestan cinco
pesos y son evidentemente los más fáciles tanto de fabricar como de resolver,
en otra línea se encuentran los de 10 pesos y en la tercera los de 20, que son
los más complicados. Entre los juegos podemos mencionar algunos de figura clásica
como son los clavos, la pistolita, las tijeras, el corazón, la mano, el avión,
la bicicleta, el cohete y la cruz. Mientras que en el grupo de los muy difíciles
encontramos: el imposible, el súper difícil, la escalera china y la mano difícil.
Aunque muchos de ellos son comunes entre los vendedores y entre quienes nos tocó
jugarlos en nuestra infancia, don Rogelio ha ideado algunos diseños propios
como la oruga (inspirada en “Katy la oruga”, un personaje infantil de la
televisión), el resorte, el pie, la guitarra, las esposas; y en ciertos casos
tomando como referencia algunos de los ya existentes como por ejemplo el
imposible 2, que es una variante del imposible, o la escalera china con otras variantes
para hacerla aún más complicada. También algunos diseños han surgido por petición
de alguien en particular, como por ejemplo el clip, que fue idea de un cliente
que al traer dos clips le pidió que le hiciera un juego con ellos.
Nos explica don Rogelio
que hace muchos años llegaba a Pátzcuaro un vendedor de estos juegos acompañado
por un ayudante, pero en una ocasión tal ayudante no vino y le pidió que si le
ayudaba a elaborarlos y así fue cómo, sin proponérselo, se convirtió
primeramente en aprendiz, en 1978, y luego en productor y vendedor, desde 1994.
Si para cualquiera de
nosotros es difícil y tardado resolver un acertijo, ¿cuánto tiempo le toma
elaborarlo a don Rogelio? Responde que eso depende de cada figura; sin embargo,
al día fabrica un promedio de 40 piezas que, para su causa, logra venderlas.
Nos comenta que hay determinados acertijos que son tan complejos que sólo
alcanza a fabricar cinco de ellos en un día, pero suelen ser bajo pedido ya que
el cliente ocasional difícilmente los compraría y no por el precio, que es
bajo, sino porque resulta muy trabajoso resolverlo.
Siendo Pátzcuaro una
ciudad muy turística, muchos de estos acertijos son adquiridos por extranjeros
más que nada por curiosidad, mientras que los mexicanos los compran porque les
gusta tratar de resolverlos y matar el tiempo de una manera creativa.
Dice don Rogelio que
no tiene algún aprendiz que siga con la tradición, pero hace algunos años un
joven mexicano le pidió que le enseñara porque se iba ir a vivir España y quería
venderlos allá. Esa persona ha vuelto a Pátzcuaro en varias ocasiones y le
cuenta que sus juguetes han resultado todo un éxito en aquel país europeo. Añade
también que llegan revendedores a surtirse para llevárselos a otras partes del
estado o del país, donde les duplican o triplican el precio. Asimismo,
comerciantes de otros países como Francia, China y Estados Unidos le hacen
pedidos especiales y muy grandes con anticipación.
Como la época turística
en Pátzcuaro no es continua todo el año, hay temporadas cuando don Rogelio se
dedica a elaborar otro tipo de artesanías, además de que también le gusta hacer
retrato a lápiz. Por el momento trae la inquietud de resucitar otro juguete
tradicional que ya ha desaparecido de los mercados: la lanchita de latón que
con el calor de una vela se mueve en el agua. Por más que ha buscado una de
esas lanchitas en muchos lugares para tomarla como modelo, hasta ahora no la ha
podido encontrar. A la mejor alguno de nuestros lectores que tenga una de ellas
en su casa y algún día ande de paseo por Pátzcuaro pueda llevársela a don
Rogelio para que saque el diseño y reviva esa tradición.