Aquí hubo mucho dinero antes. Los señores eran los
pelaos más ricos de toda la región, pero cuando el reparto de tierras todos se
fueron. Antes no había bancos ni nada, así que la gente escondió su dinero
cuando la Revolución. Lo enterraron por allí
Estas tierras eran muy grandes, y todas del mismo
dueño. Después del reparto ejidal vinieron los hijos del señor y se llevaron lo
que pudieron de la hacienda. Pero namás cargaron con los muebles, retratos y
vajillas que no se habían robado otras gentes. Por aquí pasaron con carretas llenas
de cosas. Hasta el motor del molino se llevaron. Y todo a carreta de yunta,
pues ni había caminos ni camiones. Aquí mero pasaba el camino real.
Hace mucho, un señor vino y me preguntó si aquí había tesoros. Yo mismo lo llevé a “L'ubre de la vaca”, pero no hallamos nada. Y eso que el hombre ese traiba aparato. Por eso digo que ese tesoro sigue allí mismo, pero a nadie más se le ha revelado el lugar como se le reveló a Juan Alvarado. Cuando guste nomás tráigase un aparato y le damos una buscada. Quien quite y a nosotros con usté nos toque...
Cuando se habla de tesoros enterrados, generalmente se mencionan luces y ruidos o voces misteriosas que se ven y se oyen en algún punto en particular. Esas menciones suelen ser en tercera persona, es decir, de alguien que cuenta que alguien más le contó de algo que vio u oyó. De acuerdo con la creencia popular, cuando alguien escucha esas voces misteriosas o ve esas luces es porque a esa persona los espíritus le están ofreciendo el tesoro y le toca sacarlo.
Nota: esta leyenda fue publicada en mi libro Mitos,
cuentos y leyendas. Tradición oral de Nuevo León por Ediciones
Castillo, en Monterrey, 1998.